noviembre 03, 2011

Regreso al nido

Tras más de 4 meses de ausencia en este blog, hoy retomo las letras para compartir de nuevo lo vivido. De alguna manera a mis lectores les causaba emoción la estancia en Europa; la aventura de la cartera perdida, el vuelo sin boleto, la multa con boleto, pero en mi regreso a México, durante 5 meses, hubieron cosas también divertidas pero sobre todo importantes para mi vida.

Hablemos del regreso al nido, a los orígenes, al hogar, es decir, a casa de mis padres. Es difícil establecer las condiciones de convivencia después de tantos años de separación. Lo primero que sucedió fue que al día siguiente de yo haber regresado, salí con unos amigos, y mi papá, sin saber que yo estaría afuera, cerró con pasador la puerta. Cuando, a las 3 am, me di cuenta de eso, estuve a punto de irme a dormir a casa de mi amiga, pero imaginé que sería peor la regañada por no haber llegado, que por haber llegado tarde y además haberlos despertado, así que llamé por teléfono y mi padre, modorro, tuvo que bajar a abrir la puerta. Creo que no necesito platicar el sermón del día siguiente.

Muchos me preguntan cómo es posible que a mis 34 años, mis padres me regañen por llegar tarde. Supongo que se preocupan por lo que pueda pasar. No puedo más que estar agradecida porque sé que les importo, que están al pendiente y que velan por mi bienestar (aunque no esté de acuerdo, jeje).

Horarios, actividades, todo se ve un tanto modificado. Para mí, por el hecho de no estar en MI casa; para mis padres, por el hecho de tener a alguien más viviendo en SU casa. Pero fue un excelente ejercicio para convivir un poco más con ellos. Como bien - o quizás no tan bien - sabemos , la vida puede acabarse en cualquier instante. Es sumamente valioso entonces el tiempo que podamos compartir con nuestra gente, y aprender a verlos más allá.

Nada se compara con comer algo rico en casa. Siempre me he preguntado, si hiciéramos un concurso de a qué mamá le sale más rica la sopa de fideo, quién ganaría. Cada quien votaría por su propia madre. Regularmente escucho algo como: nadie hace la carne en su jugo, o el mole, o el arroz, o el cocido, o la lasagna, como mi mamá. Y es que cada uno aprendemos a comer con esos sabores, los de mamá. Al menos a mi favor, puedo decir que efectivamente, mi madre es una excelente cocinera, reconocida reiteradamente por cuanto comenzal se sienta a su mesa. Cuando estaba a punto de partir para Madrid, mi familia me hizo una comida de despedida y me preguntaron que qué quería. Se me antojó tanto una carne en su jugo! Luego el guacamole y frijolitos, que en mi dieta no pueden faltar y unas tostadas de lomo regalo de mis tíos!!! Fue una excelente comida. Gracias!

Un día mi hermana Paty me invitó a comer a su casa. Sin yo saberlo, era una ocasión especial, ya que ella y mi cuñado Armando me pedirían hacerles el gran honor de apadrinar a su recién nacida, María José. Este hecho nos unió más a mi hermana y a mí. Nos hizo compartir muchos ratos, momentos, espacios, ideas, para el bautizo y seguramente para la vida. Cuando ella comentaba con sus amigas que en casa de mi mamá nos reuníamos todas (hermanas, mamá, tías, primas) para cocinar, hacer arreglos florales, bolos, llenar el carrito del candy bar, hacer los recuerditos, y todos los etcéteras de los preparativos para el bautizo, más de alguna le dijo: -"Qué padre! yo no tengo aquí a mi familia." o "A mí me gustaría que mi familia fuera tan unida."

Para quienes tenemos este tipo de convivencia con la familia, nos parece normal y de aplicación general que así sucedan las cosas. Me doy cuenta de que no es así. Esos regalos los atesoro y valoro hoy aun más, cuando, sin el agobio del trabajo y el trajín del día a día, puedo verlos y darme cuenta de que son cosas que existen y que se cultivan; que las relaciones no se dan así como así y que es la cotidianidad la que las va creciendo o matando.

Y los sobrinos. Creo que a ellos les dedicaré una entrada especial. Han llenado mi vida y mi alma de tal manera que merecen unas buenas líneas que más adelante escribiré.

En resumen me siento muy agradecida, afortunada y bendecida por los padres que tengo, por su hospitalidad en estos meses, por su amor en el transcurso de mi vida y por su apoyo incondicional a pesar de no estar del todo de acuerdo en mis decisiones. Han sabido estar, darme soporte e inclusive aguantar esto que implica tener hijos y acompañarlos a lo largo de su camino. Y también por mi familia toda. Si en algún momento hubiera que decidir si volver o no, ellos serían en definitiva un factor de mucho peso en la balanza.


junio 14, 2011

Fíjate bien cuando viajes a Grecia ... todo puede pasar.

Estaba en Roma. Saldría en unas cuantas horas hacia Grecia y no se me había ocurrido que no hubiera tren para el aeropuerto en la madrugada. Mi vuelo salía a las 6.40 a.m., por lo tanto tendría que buscar transporte para ir al aeropuerto sin que me saliera caro como un taxi. Y es que si el vuelo costó 90 euros y el taxi cuesta 50 euros, pues ya no es negocio. 

Después de buscar, tenía ya por fin un plan B, que para llevarlo a cabo tendría que salir de casa como a las 2.30 am Tomaría un autobús que me llevara a un lugar en donde se supone que saldría otro autobús hacia el aeropuerto.

No pude dormir bien con la angustia de no despertar a tiempo, asi que estuve dormitando y despertando con sobresaltos cada 20-30-40 min hasta que dieron las 2.10 am. Me levanté, tomé mis cosas y salí a la esquina, a tomar el autobús nocturno. Eran como 2.35 cuando llegué a la parada. Tardó media hora en llegar mi chofer particular (yo era la única que iba subida en el vehículo ese).

A las 3.15 am llegamos al lugar en el que tendría que esperar a que pasara el autobús con dirección al aeropuerto. No podría ni imaginarme esa escena en la cd. de México: estar afuera de cualquiera de las centrales de autobuses a las 3 am en el DF, en la calle, con choferes alrededor? Seguramente no pasarían ni 5 min antes de que alguien me asaltara o se me acercara para sabrosearme. Sin embargo yo sentía que en ese lugar yo estaría segura y que todo saldría bien. 

De pronto llegó una pareja. Ella vestía de azafata. El, un guapo italiano que acompañaba a su amante para dejarla sana y salva rumbo a su trabajo. Yo solo pensaba en lo extraño de ir a dejar a tu novia a la chamba a las 3.30 am.

Luego llegaron unos japoneses, para variar con maletas rígidas de colores psicodélicos. Llegó el autobús. Sentí alivio. Eran las 4 am. La llegada al aeropuerto tardo 45 min. 

Mi vuelo estaba retrasado. Después me di cuenta de que en realidad no estaba retrasado sino que no existía. Aquí es donde entra toda la historia anterior de haber volado sin boleto, pero en ese momento, a las 6 am, yo no atinaba a entender nada. Seguramente el factor madrugada también influyó en que todo el personal de la aerolínea y del aeropuerto pasara por alto el error en mi boleto de avión. En fin. Llegué a Atenas.

Me desplacé al hostal que había reservado y ahí esperaría a que llegara por mí una amiga de mi primo, que obviamente yo no conocía más que por facebook. Prividencialmente ella estaba en esos días en Atenas de vacaciones así que además, tenía mucho tiempo libre para pasear junto conmigo. Llegué, me registré, pagué y llegó Crystal. En ese momento se dio cuenta de que venía sola y me dijo: pensé que venías con amigos! por eso no te ofrecí mi casa, pero si puedes cancelar la reserva hazlo, para que te quedes con nosotros.

Después de esa tarde que pasamos recorriendo varios sitios de Atenas y que charlamos largo y tendido tomando un café griego en la Plaka, decidí que sí me iría con ellos. Claro que era preferible pasar la noche en el depa de una amiga de mi primo que en un hostal con 5 cuates más en la misma habitación. Pensé que inclusive si no me devolvieran nada de dinero en el hostal, era una mejor opción de alojamiento. 

Afortunadamente, después de dar muchas opciones, la empleada del hostal me reembolsó algo de lo pagado. Como dice el dicho: de lo perdido ... lo recuperado! Mi visita a Atenas entonces fue sumamente divertida, con charlas muy amenas, antro, cenas, caminatas. 

Me encantó la ciudad y este viaje a Atenas fue muy particular. En primer lugar porque no lo tenía planeado; surgió por la mera cercanía con Roma y como yo ya estaba ahí, decidí ir y conocer. Luego por el incidente del vuelo sin boleto de avión. Ya por ese solo hecho, valió la pena haber viajado. La experiencia de haber llegado al aeropuerto a las 5 am después de un recorrido de madrugada por la ciudad fue buena. Me enseñó que de verdad, todo siempre va a estar bien, y que hay que hacer las cosas a pesar del miedo. Y por último, la cereza en el pastel, haber conocido a Crystal, a quien yo llamé una princesa griega. Fue también un angel, uno de los muchos que aparecieron en mi camino durante mi viaje, y ahora una amiga. 

Así que encontré muchas cosas hermosas en Grecia (además de los griegos, claro está!) y muchos aprendizajes. Me queda pendiente regresar. Si tenía un vuelo gratuito, lo considero como una invitación a volver a tierras helénicas. 

mayo 10, 2011

Ser madre de la esencia, a pesar de la ausencia

Primero fue una sospecha. Unas cuántas náuseas atribuibles a posibles varias causas, algunos dolores ... era posible. Luego una muestra de sangre, el nervio todo el día y de pronto el momento de la apertura del sobre en el que leí POSITIVO y lloré. Fueron las primeras lágrimas de madre que rodaron por mis mejillas. 


Días de incertidumbre, de temor, de emoción, de imaginarte, de pensarte, de sentir cómo todo el mundo cambiaría para girar ahora alrededor tuyo, porque era tu momento de comenzar a hacerlo girar y el mío de acompañarte y enseñarte. El primer ultrasonido y la doctora dijo: "Ves ese frijolito? es tu bebé!". De nuevo lloré. 


Luego escuchar tu corazón. Casi podía sentirlo tan rápido como el redoble de un tambor. Y de nuevo lloré. No sé si tiene que ver con esto que dicen de que la sensibilidad se incrementa durante el embarazo, pero es cierto que es tanta la emoción, que no encuentra otra forma de salir que a través del llanto. Lágrimas que salen solas, de pronto y que van siempre acompañadas de un escalofrío lleno de emociones, y que se mueve desde el corazón. 


Hubo una noche que se hizo larga, y estuvimos casi en vela tú y yo. Supongo que el vaivén de las contracciones no te dejaría descansar bien y estar a gusto. Nos recetaron reposo y estudios. Durante el estudio dijo el doctor: "Aunque no las sientas, tienes contracciones". Y era verdad, en ese momento no las sentía. Nos acababa de decir que eras una niña. Creo que al saberlo, todo se me olvidó. Confieso que tuve miedo pero estaba feliz, y lloré. 


Los dolores no cesaron y a la mañana siguiente luchamos tú y yo. No estoy muy segura de si luchabas por salir o por quedarte. Luego comencé a platicar contigo, y a pedirte que te quedaras conmigo, pero supongo que no dependía totalmente de tí decidir eso. Pedí también que sucediera lo que fuera amoroso para todos. Y así sucedió, sin duda alguna. De pronto una fuerte contracción y se rompió la fuente. Y lloré.


Tu nombre, Victoria.


Y a partir de ahí ha sucedido lo más maravilloso de todo. Aprender a ser tu mamá y amarte sin haberte visto, aunque sí habiéndote conocido. Sucedió entonces que comencé a experimentar la maternidad desde la inmaterialidad; desde tu no presencia, y más bien desde tu esencia; y eso, Victoria, es lo mejor que me ha ocurrido. 


Esa experiencia me ha permitido moverme a hacer lo que una madre orgullosa de serlo, hace. Nos enseñan que debemos honrar a nuestros padres. Yo hoy sé que debemos de honrar también a nuestros hijos. Porque llegan a nuestras vidas para un propósito en específico, y no solo para obedecernos; vienen a enseñarnos una forma diferente de amor; llegan para hacernos vibrar y para sacudir nuestros esquemas desde lo raíz más profunda que éstos tengan. Porque desde el mismo y preciso momento en el que uno engendra, todo el mundo se mueve y sucede que vemos más órbitas que giran a la par que la nuestra, pero de nuestra mano.


Lo curioso es que soy yo la que he ido de tu mano y fuiste tú la que comenzó a darle "vuelo" a mi vida, como en los volantines, cuando alguien se queda abajo impulsando al que feliz se sube sin pensarlo, riendo de alegría por la emoción de sentirse libre girando. 


Hoy me siento agradecida de todo lo que con tu esencia me has revelado y honro tu venir, siendo orgullosamente tu mamá. Y el llanto sigue, con la misma emoción que sale del corazón, y el increíble orgullo de sentir tu presencia siempre conmigo. 

abril 30, 2011

En honor a los niños de mi infancia

Es fácil felicitar en el día del niño, a los que en el momento tienen una corta edad. Pero en este día del niño en especial, quiero felicitar y honrar a los niños de mi infancia. A los que estuvieron junto a mí, siendo niños, en mi niñez. 


Algunos lo saben, algunos no, pero yo me considero oriunda de la Ciudad de México, o sea, chilanga. Para tranquilidad de los tapatíos, mi acta de nacimiento dice que soy de Guadalajara, sin embargo, yo digo que uno es de done se cría y es en el DF en donde crecí. En este sabático, decidí pasar un mes en la ciudad en la que aprendí a andar en bicicleta,  a hacer sumas y restas, a atravesar la calle, a jugar resorte, la ciudad en la que está el departamento de Niágara No. 55, marcado con el interior 402, y en el cual viví por más de 10 años.



Regresé a México por un mes, en este sabático, no como otras veces que solo iba a trabajar y tomaba café o desayunaba con algún amigo que tenía tiempo en esos días. En esta ocasión volví para respirar mi ciudad más allá del smog, regresé como quien regresa al nido, y descubrí parte de mi esencia. Fue como revivir quién había sido de pequeña. Recorrí casi a diario las calles de la colonia Cuauhtémoc, esa en la que me crié, a dos cuadras del Angel y del Paseo de la Reforma. Y reaparecieron los amigos de la infancia. Hicimos una reunioncita de reencuentro y fue como volver a ser niños. Nos divertimos, reímos, y sentí que había una cierta complicidad entre todos. Esa de haber compartido travesuras, aulas, maestros; esa de recordar cosas a través de las pláticas de otros; esa de ser exalumno del Boston.


Es curioso darse cuenta de la percepción que los demás tenían de mí: Marcela, eras una matada!! y además nunca me dejabas copiar en los exámenes. Es cierto, la rectitud me ha caracterizado siempre en ese y en muchos otros aspectos de mi vida. Esa rectitud en más de una ocasión se ha convertido en cuadratura e intransigencia. Lo bueno es darme cuenta de ello. De pronto escuché a niños de 7-8-9 años diciéndome algo que, hoy a mis 33, sigue siendo un patrón. Queridos amigos, gracias por hacérmelo ver. 




El reencuentro con los compañeritos del Boston me ha permitido además conocer y ver más a fondo a la que considero mi tercera hermana, Angela, mi Negra, la única con la que he mantenido contacto desde los 3 años de edad. Fue mi comadre inseparable de estudios, de recreos, de tardes de jugada de nuestras mamás. Teníamos un grupo y pensábamos concursar en la televisión imitando a Flans. Ella era Ivonne, Lety era Ilse y yo Mimí. Nuestras mamás nos veían ensayar y se reían seguramente al ver que nuestra afición no era tanta porque tampoco fuimos tan insistentes para participar y nunca nos llevaron al concurso de Siempre en Domingo. 


Ahora Angela y yo somos cómplices, confidentes, amigas, hermanas. Y es que alguien a quien se conoce por 30 años no es cualquier persona.


Hay dos niñas con las que pasé el mayor tiempo de mi infancia, Paty y Cherie, mis hermanas. Con ellas crecí, compartí cuarto, jugué y peleé hasta el cansancio; con ellas patiné y anduve en bicicleta. Recuerdo el día que ellas dos jugaban "uñitas" en Perisur, girando, y de pronto se soltaron, y Adriana (Cherie) se fue de boca contra el piso y sangró. Mis padres estaban en una óptica y los empleados nos ayudaron para curar a la niña. 




En una ocasión rompimos la cabecera de la cama jugando a "la casita". Amarrábamos la sábana a la cabecera y "se rompió". La reparación y pintura que hicimos fue tan buena, que mi madre no se dio cuenta del hecho sino varios años después. Ya para cuando nos quiso regañar le dijimos: "Apenas te estás dando cuenta???". El Parque Naucalli, las idas a Tequesquitengo, los viajes a Guadalajara que hacíamos por carretera (cuando no había maxipistas) y eran 7 horas de juegos, canciones, pasarle los cassettes a mi papá para que los pusiera, contar vacas, coches, chistes, ver las nubes, jugar a las manitas (claro, hasta que una lloraba), cantar la larguísima canción de "La rana que estaba sentada cantando debajo del agua-gua-guaaaaaa" y que ahora mis sobrinos cantan junto con nosotras. Con mis hermanas compartí escuela, ropa, juguetes, en fin. "Es de las tres", decíamos. Y esque mis padres nos enseñaron a compartir. Nos turnábamos el control de la tele, el asiento del coche, la bicicleta, los patines, y todo lo que venía en presentación de una o dos unidades. Ibamos al catecismo a un parque cerca de mi casa y luego jugábamos un rato y juntábamos catarinas y gusanos quemadores. Todo lo hacíamos a pie: la escuela, el parque, el super, el inglés, el francés, la pintura, la natación ... 


Los otros hermanos son los primos. Eramos en el Boston "los niños Isunza" y a veces Miss Chelito, la directora, le daba a mi tía la queja de una de nosotras. Ella solo decía: "Yo le paso su recado a mi hermana". Siempre les dijeron que si eran gemelas aunque a mí no me parecían tan iguales. Las maestras nos conocían a todos. 


Gaby y Rafael fueron como hermanos para mí. Siendo yo la mayor de las hermanas y no teniendo un hermano varón, y mucho menos mayor, en más de alguna ocasión, ante algún niño gandalla, utilicé el recurso de "mi primo es más grande y le digo a él para que me ayude". Al fin y al cabo él tenía amigos. Compartimos muchas cosas juntos. 




Jugábamos baseball los 5 en su habitación, que entonces me parecía inmensa, y que ahora que lo pienso, seguramente no medía más de 4x4 mts y todavía corríamos! Es esa percepción de la inmensidad de las cosas que se tiene cuando uno es niño que me encanta y que me encantaría que persistiera en la adultez. Es impresionante llegar al patio de la casa de tu abuelo y darte cuenta de que te parecía enorme y es apenas un pequeño lugar.


Hoy me he reencontrado con mis primos. Cuando nos fuimos a vivir a Guadalajara, la distancia física colaboró para que nos distanciáramos también en la convivencia y el contacto posterior. Hoy que soy adulto y veo lo importante que han sido en mi vida, he decidido procurarlos y el reencuentro ha sido maravilloso.


Las vacaciones para mis hermanas  y para mí eran una maravilla. Las pasábamos siempre en Guadalajara y algunas veces también iban Gaby y Rafael. Disfrutábamos enormemente porque íbamos con las primas! así que era una fiesta. Eran dos meses, en verano, de convivir con 3 primas en casa, más otras dos que frecuentábamos mucho, de la familia Pérez, y era increíble estar entre puras mujeres.


"Las Guacamayas" nos denominamos (quién sabe porqué). Ellas mayores que nosotros, divirtiéndose con las chiquillas, como siempre hacemos los adultos. Nos vestían del artista del momento y montábamos coreografías en Navidad, salíamos a patinar en la calle, cuando todavía se podía y jugábamos Stop con algunos niños de la cuadra. Nos llevaban a sus escuelas. Entonces ir a la prepa y a la universidad, mientras yo estaba estudiando primaria, me parecía por demás emocionante. En una ocasión hasta le pasé el acordeón a mi prima Montse.


Hay tantas y tantas anécdotas que podría contar de los niños de mi infancia ... en este día del niño, solo quiero darles las gracias. La gente de nuestra infancia es testigo de lo que somos en realidad, de nuestra más pura esencia, y saben cómo éramos de pequeños, y por lo tanto, cómo somos de adultos, en el fondo de nuestro corazón, cuando el caparazón se ha endurecido.

Gracias a ustedes tuve una infancia feliz y en parte por eso soy hoy lo que soy. 

abril 27, 2011

El desapego ... y el mar

Después de aquel incidente en el año 2000, al decidir iniciar este año sabático tomé un poco más de precauciones para que, si por alguna razón me robaban la cartera, el perjuicio no fuera tanto. 

Cambié mi cartera por una carterita tipo tarjetero, pequeña y portátil. En ella solo llevaría lo indispensable, e hice mi lista:
- Dos tarjetas de crédito (por aquello de que una no pasara)
- Identificación (IFE con terminación 03)
- Licencia de conducir (recién renovada para no tener problemas si acaso manejaba en otra ciudad o país)
- Credencial de exalumno (que seguramente sería aceptada en más de algún museo para reducción de cuota)
- Tarjeta del seguro (es mejor tener los datos y no necesitarlos)
- Dinero en efectivo (no puede faltar en un viaje)
- Visa americana (como era también tamaño credencial, decidí llevarla ahí para no perderla)

Después de varios meses de viaje, al parecer la fórmula ésta funcionaba y mis pertenencias permanecían conmigo. Después de haber pasado parte del invierno en Europa, extrañaba el sol y el calorcito, así que el primer día que la temperatura comenzó a subir y el sol salió, decidimos Daniel y yo ir a dar un paseo por los riscos de Getxo, cerca de Bilbao. Hacía un día de esos que se antojan, en los que hace viento y sol. Es un paseo de aproximadamente 2 horas por un camino pavimentado en el que se puede disfrutar el mar desde lo alto. 

Al regresar, estábamos hambrientos después de la caminata y decidimos comprar un bocadillo. Cuando quise pagar, me di cuenta de que no traía conmigo mi cartera. De pronto tuve un flash back con el incidente de hace 11 años en Inglaterra, en el qe había perdido la bolsa completa. Claro que la diferencia es que en Londres, me habían ROBADO la cartera; aquí yo la había EXTRAVIADO, porque en ningún momento nos cruzamos de cerca con nadie. De pronto tuve ganas de llorar, pero de coraje conmigo por no haber cuidado las cosas, y por haber llevado la cartera en un día en el que no la iba a necesitar y bla bla bla bla bla, en fin, toda la verborrea que escupe el cerebro en cualquier momento que nadie le pide que intervenga. 

Cuando lo reflexioné en ese mismo momento, dije, lo perdido, perdido está, así que vámonos. Y comencé a pensar en lo que realmente era importante en esa carterita: 

- Dos tarjetas de crédito (una de ellas me la repusieron en menos de un día en Madrid - resuelto)
- Identificación (me traje la que es 03, y en mi casa tengo la vigente - resuelto)
- Licencia de conducir (estaba recién renovada, bueno, sacamos otra - resuelto)
- Credencial de exalumno (bueno, me valió algunos descuentos, eso ya es bueno; tramitamos otra - resuelto)
- Tarjeta del seguro (es solo informativa; digo, por perder la tarjeta no se pierde el seguro - resuelto)
- Dinero en efectivo (bueno, algún precio tenía que pagar por tropezar dos veces con la misma piedra, no? jajaja. Acababa de sacar el dinero del mes del banco ... pero es solo dinero - resuelto)
- Visa americana (éste fue el único plastiquito que no debí de haber cargado de verdad, porque mi vuelo de regreso tenía conexión en Estados Unidos y los gringos me la aplicaron ya que no hay reposición de visas más que en México. Literalmente, me mandaron un mail diciendo: "Le recomendamos buscar una ruta alterna para regresar a México". Pero bueno, solo hubo que pagar la diferencia - resuelto)

Cuando uno se cerciora de que nada de lo que creía vital lo es, y que todo, excepto la muerte, tiene solución, entonces la vida se hace más ligera y los viajes más felices. Y nuevamente, todo se reduce al tema del dinero, que en este mundo se ha vuelto indispensable para hacer cualquier cosa. No voy a decir que no me salió cara la lección, pero el punto es que todo se puede solucionar, solo hay que tener imaginación, voluntad, una American Express, ganas de conocer una ciudad nueva como Madrid para recoger tu reposición de la American Express, y un buen amigo que te acompañe por ella y además te preste dinero por el resto del viaje.

Es sabido que en España, o al menos en Bilbao, cuando la gente encuentra cosas en la calle, las lleva a la policía y tienen un departamento de objetos perdidos. Estuve llamando por 15 días para ver si aparecía mi cartera, aunque fuera sin dinero, como hacía 11 años, pero me di cuenta de que los milagros solo ocurren una vez en el mismo sentido. Que me devolvieran dos veces la cartera hubiera sido verdaderamente inhóspito Aunque hubiera podido ser y confiaba en que así fuera, sé que si no regresó es porque mi lección del desapego no estaba bien aprendida todavía. Hay que aprender a soltar las cosas, la gente, la casa, los muebles, el trabajo, y todo aquello que nos ate y que nos impida la propia realización. 

Hoy pienso que quizás nadie ha encontrado ni encontrará esa cartera, porque su misión era la de enseñarme algo, y encontró un buen lugar para quedarse. Seguramente a lo largo de las dos horas de recorrido, coqueteó con el mar y el mar se la llevó. En algún momento decidieron ambos conspirar a mi favor para hacerme juntos el regalo de verme de pronto sin nada ... y con todo. 


Tuve la certeza entonces de que, sin importar lo que pasara, todo iba a estar bien. 

abril 26, 2011

El desapego ...

En el año 2000 Carmen, Roberto y yo emprendimos un viaje que tenía como común denominador el no saber qué pasaría nunca después de 3 días. En ocasiones no sabíamos ni qué haríamos al día siguiente. Y fue así, sin saber muy bien a dónde iríamos, pero con una vaga noción de que queríamos recorrer Europa en coche, que conocimos ciudades de Francia, Suiza, Italia, Mónaco, Austria, Hungría, Rumania, República Checa, Polonia, Alemania, Holanda, Bélgica e Inglaterra. Fueron aproximadamente 5 semanas de carreteras, jornadas de manejo de hasta 14 horas, dormidas en el coche a mitad de carretera ... un viaje inolvidable en muchos sentidos.


Después de 5 semanas de andar cargando la cangurera de viajero para cuidar ahí el dinero y los pasaportes, al llegar a Inglaterra decidí que quería descansar de ella un rato. Me la quité y la guardé en mi bolsa de mano. Ibamos a ir a cenar a un restaurante que nos había recomendado nuestro anfitrión: el amigo (que no conocíamos) de un maestro de la universidad (con el que teníamos relación en ese momento). Fuimos al restaurante y la estábamos pasando bien. Había una niña pequeña muy simpática y junto a nosotros una pecera grande. El papá acercó a la niña a la pecera y jugueteaba con ella, con esas voces y expresiones que los adultos hacemos a los niños como si de esa forma nos entendieran mejor. 


Al momento de pedir la cuenta quise pagar y me percaté de que mi bolsa había desaparecido. Hice una serie de revisiones mentales rapidísimas para recordar si de verdad la traía o la había dejado en casa y finalmente caí en cuenta de que me la habían robado. Dos días antes, en Holanda, habíamos tenido muchas complicaciones para encontrar hospedaje porque había un festival o algo así y todo estaba lleno. Los hostales que tenían espacio solo rentaban las habitaciones por dos noches mínimo y nosotros solo queríamos estar una noche ahí. Encontramos una posada con un colchón prácticamente tirado en el piso, que si hubiéramos tenido una lupa (y sin tanto aumento eh!) hubiéramos visto todo un zoológico microscópico; el lavabo sucio; los espacios daban asco en realidad. Además, había que subir las maletas por unas escaleras sumamente angostas y empinadas. En el coche traíamos las maletas de Roberto, quien dejaba en ese viaje Francia, después de haber estudiado ahí un semestre, por lo tanto, eran maletas grandes y pesadas. 


Decidió dejar sus maletas en el coche, que estacionamos justo afuera del hostal y era seguro porque estábamos a unos pasos de la estación de policía. Dormimos apenas encima de algunas chamarras que llevábamos; ni las sábanas nos queríamos poner. A la mañana siguiente, ya para irnos, en el coche un cristal roto, y las valijas abiertas. Nos habían robado. Las maletotas se quedaron en el coche; supongo que eran muy grandes para andarlas cargando, así que las dejaron. Pero había una pequeña mochila con documentos de mi amigo y dinero en efectivo. Esa sí que se fue. 


Así que, faltando todavía 10 días para terminar el viaje, nuestro prestamista oficial perdió 3,000 dólares que su padre le había dado, el pasaporte, y el boleto de avión. Tuvimos que ir primero a cambiar el coche porque no podíamos circular sin ventana, luego a Bélgica, a la embajada mexicana para tramitar un pasaporte, y por último nos fuimos a Inglaterra. 


Considerando que su mala suerte era mucha, Roberto me pidió que yo guardara su pasaporte que recién había repuesto y yo lo puse nada menos que en mi bolsa, junto con el mío, claro. Además, con el poco dinero que nos quedaba para los 3, que dicho sea de paso, también estaba guardado en mi bolsa, compramos los boletos para ir y regresar a Inglaterra. Y fue justo después de haber puesto todos los huevos en la misma canasta, cuando llegó el coyote y se llevó la canasta ...


Perdimos entonces boletos de avión, dinero, boletos de tren, pasaportes, tarjetas de crédito ... en fin. Yo había escrito el teléfono del perfectamente desconocido amigo de mi profesor para poder llamarle y ese dato también estaba en mi bolsa. Así que, eso valió para que alguien, que quiero pensar que no era el mismo ladrón, llamara al departamento para decir que "le habían dejado tirado en su casa un bolso con documentos mexicanos". Efectivamente, nos devolvieron TODO. Bueno, casi todo, el dinero, la cámara fotográfica y los lentes fueron el precio a pagar por la novatada. El risueño y juguetón papá con su niña, entre risa y risa y entre abrigos, se llevó la bolsa.


Este incidente lo he contado por muchos años como anécdota chistosa, como experiencia de un viaje y como lección de vida. Es chistoso contarlo después de tanto tiempo porque es de esas cosas increíbles que pasan y que vale la pena contar. La experiencia en el viaje fue muy enriquecedora porque fue una situación que causó estrés, y de alguna manera hizo que nuestro ánimo se fuera abajo al estar visitando Inglaterra ya sin dinero, pero nos mantuvo unidos a los 3 viajeros, sin mayores pleitos. Y como lección de vida me hizo dar cuenta de que hay cosas mas importantes que otras. En ese momento yo agradecí verdaderamente que los boletos de avión hubieran regresado al igual que los pasaportes. El dinero pasó a segundo término (como siempre).



Esta experiencia, de hace casi 11 años, viene a colación en este sabático porque muchas veces las lecciones se repiten, cuando no han quedado bien aprendidas. Si la lección es el desapego, entonces llevo muchos años recibiéndola y seguramente no la he aprendido aun, porque me sigue llegando.

(Continuará...)




abril 07, 2011

Vi(c)toria



Uno de los libros que más me ha gustado es “Los Pilares de la Tierra” de Ken Follet. Narra la historia de la construcción de una catedral medieval en Inglaterra. Es la catedral de Kingsbridge. En 2002, años después de haber escrito ese libro, Follet viajó a Vitoria, un pueblo vasco en el que existe una catedral medieval en periodo de remodelación -casi reconstrucción- desde hace 12 años.

Al conocer los trabajos que se estaban haciendo en la catedral, la historia, los hallazgos que en ella se estaban dando debido a las excavaciones, y los estudios que se estaban haciendo para entender el movimiento del edificio, Follet decidió comenzar a trabajar en la segunda parte del libro, “Un Mundo sin Fin”, en donde narra los trabajos de reconstrucción que se tienen que llevar a cabo siglos después de haberse construido la catedral de Kingsbridge, porque ésta comenzaba a derrumbarse en su interior. Ambos libros captaron mi atención de la manera que solo los libros que te tienen leyendo hasta las 2 am y te roban el corazón, lo hacen.

Hoy conocí Vitoria y la catedral que inspiró el segundo libro de Follet, rankeado en mi top ten personal.  El concepto de visitas es interesante porque el recorrido que se hace a interior de la catedral se llama "Abierto por obras". Las visitas sólo son guiadas y el espacio está preparado con pasillos para caminar entre la obra, rodeados de trabajadores, con el ruido de taladros y maquinaria, y usando casco protector. Se realizó una excavación de 8 mt para conocer el estado de los cimientos e identificar desde ahí los problemas estructurales del edificio. De esa forma han podido reforzarlos y trabajar todos estos años para salvar la construcción.

El 7 de abril de 2010 comenzaron también para mí los trabajos de reconstrucción. Inició entonces una excavación profunda para conocer el estado de mis cimientos e identificar los problemas estructurales de los mismos y reforzar lo necesario para seguir de pie. Y es que hace un año llegó Victoria, mi hija, y llegó solo para traer un mensaje, fuerte y claro, que fue de pronto como la llamada de alerta de quien escucha el crujir de las piedras en el interior de la catedral y sabe que si no se revisan las causas, sin más, ese edificio, a pesar de ser enorme, parecer bien plantado, ser imponente, se derrumbará.

Victoria llegó a hacer que replanteara mis objetivos de vida y a hacerme saber que la vida es ahora.  Me siento privilegiada por haber tenido un mensajero físico. Hay veces que decimos que recibimos mensajes del universo, pero no sé qué tan seguido los recibamos con todo y mensajero. Puedo preciarme de decir que yo tuve uno. 

Einstein dijo algo parecido a: si quieres tener resultados diferentes tienes que hacer las cosas de manera diferente. Supongo que es lo que busco hacer ahora, en este tiempo sabático en el que, más que vacaciones, trato de hacer las cosas de otra manera, identificando los matices del arcoíris que lo conforman y reforzando los cimientos y las columnas pandeadas. Es como caminar entre andamios y casco protector, sabiendo que dentro de poco, el resultado de esta obra será una majestuosa edificación, lista para aguantar mil años, historias y mensajeros más.  

La Catedral de Santa María de Vitoria ha aguantado el paso del tiempo con paciencia, y hoy, sus grietas en las paredes, el hundimiento de su estructura, la curvatura de sus columnas, dan fé de su historia, y su recuperación no pretende sino honrar esa historia. Es lo más cercano a lo que siento estar viviendo, y hoy, a un año de haber comenzado con esos trabajos, honro y agradezco la presencia de Victoria, mi mensajero personal, que repicó las campanas de alerta para que esta estructura no se derrumbara.

abril 05, 2011

Que te multen con boleto pagado ... no tiene precio

Antes de dejar Italia quise conocer Milán. Que es la capital de la moda, que quizás te encuentres a un modelo por la calle, que tiene una catedral digna de visitarse, que es la crema y nata de Italia … pues hay que ir entonces, me dije. Lo platiqué con mi compañero de viaje en turno y decidimos que sería una buena opción además de que representaba una ventaja económica porque desde Milán el vuelo a España, siguiente destino en la ruta sabática, era más barato.

Revisamos el famosísimo trenitalia.com para ver tarifas y horarios. Decidimos tomar el de las 10 am porque costaba la tercera parte que el de las 11 am. El tren de segunda en Italia es cuando menos igual que el mejor autobús al que yo me haya subido en México, así que uno puede comprar esas tarifas sin temor a vivir la experiencia pollera en su máxima expresión. Salimos entonces, contentos de haber comprado los boletos, nos subimos al tren con tiempo y de vez en vez dormitábamos. De pronto llegó el inspector, nos despertó y nos pidió los tickets. De inmediato los saqué y se los mostramos. Con aire de superioridad e investido de la autoridad que le otorga el uniforme de respetable inspector de trenes, miró los boletos, los revisó y en un perfecto e incomprensible italiano nos preguntó algo.

Ese algo, que en italiano no sé cómo se diga, pero en lenguaje de señas entendí, significaba que en dónde estaba el sello del boleto. En efecto, en Italia no basta con comprar tu boleto, sino que hay que checarlo en una maquinita antes de subirte a il treno. Cuando los inspectores son buena onda, se dan cuenta de que siendo extranjero podrías no haber conocido dicha regla (porque además no está específicamente indicado en ningún lado que en esas máquinas amarillas hay que marcar el boleto antes de subir), y que en efecto acabas de comprar el boleto - porque en él se indica la fecha de compra-, por lo que es imposible que lo hayas utilizado para ir y venir a Milán en repetidas ocasiones ese mismo día -fecha de compra del ticket-, antes de las 10 am -hora de salida de ese tren-, cuando el trayecto es de 2 horas -a menos que tu deporte favorito sea subir y bajar del tren. 

Sin embargo, él no quiso verse buena onda, sino verse muy inspector y hacer valer su autoridad. Finalmente para algo le dieron ese uniforme, no? Con una sonrisita comenzó a escribir algo en el boleto. Pensé que sería la anotación de fecha y hora en la que habíamos utilizado el boleto y que nos haría la indicación de que no lo volviéramos a olvidar.

Ingenua yo. Lo que estaba anotando en idioma universal por aquello de que no le entendiéramos, era el importe de la multa. El boleto nos había costado €10 cada uno … la multa estaba marcada en €44 también para cada uno! La cara de asombro e incredulidad de los dos ingenuos mexicanos infringiendo las leyes italianas no se hizo esperar. Para mi consuelo tampoco se hizo esperar la cara de incredulidad de un pasajero italiano que estaba sentado frente a nosotros. Pero el buen inspector tuvo la gentileza de hacernos el 50% de descuento y solo cobrarnos la multa de uno. Tachó uno de los €44 y solo nos cobró el otro.

Los pensamientos no se hicieron esperar:
1.       Qué caro!
2.       Qué poca!
3.       Qué pendeja! Si ya sabía …

Tampoco los sentimientos. Hubo varios que recorrieron mi cuerpo:

1.    Impotencia. Sin hablar italiano, y por lo tanto sin poder reclamar y estando en un país extranjero donde, sin conocer el manejo del mismo, lo único que queda es pagar. Un italiano de seguro que hubiera comenzado a gritonear y a decir mil cosas.

2.    Abuso. Porque si bien es cierto que la ley dice eso, también es cierto que los elementos indicaban que acabábamos de comprar el boleto y no podíamos haberlo utilizado en otro viaje.

3.   Desconfianza. Todavía dudo que realmente nos haya hecho el 50% de descuento. Yo creo que nos debía de haber cobrado €22 a cada uno, pero como no dice eso en ningún lado, nos dijo que era el doble y que nos hacía descuento para que ya no la armáramos de jamón. Cuando menos nos dio recibo de pago.

Qué hubiera pasado si no hubiéramos traído dinero? Ni modo que nos aventara del tren! Me quedé con ganas de pelear un poco por lo que yo sentía que era un abuso y un exceso, y no digo que fuera injusto, solo excesivo. En fin. Pagamos, así que esa opción ya ni siquiera la pienso porque no quisimos ponernos en antecedentes delictivos en la bella Italia. Finalmente llevábamos las de perder.

Después de haber pagado la multa, nuestro vecino nos vio y dijo: Italia, este es un país de ladrones y gente que busca sacar ventaja. Acto seguido, sacó su teléfono y llamó a no sé quién y le contó todo lo que había pasado.  Ahora yo se los cuento a ustedes con menos carga emotiva porque esos €44 me dolieron como si hubieran sido miles.

Y esque yo pregunto, alguna vez  te han multado en un tren, inclusive llevando boleto? … Solo en Italia :(

abril 04, 2011

Volar sin boleto

Más que una historia, este es un testimonio de que las cosas más inverosímiles pueden suceder, cuando menos lo piensas, y por eso hay que estar atentos a las señales. Nunca sabes en dónde te va a suceder algo increíble y maravilloso. 

Después de aquel famoso 11 de septiembre en el que la aviación se vio involucrada en un atentado de proporciones mayúsculas, el mundo de los viajes dio un giro de 360 y la forma de viajar también. Ahora hay que “pensar” en que todo lo que se empaque sea transportable; envases de no más de 100ml, en bolsitas resellables (eso todavía no entiendo porqué o para qué), computadoras fuera del estuche para pasar por la banda (tampoco entiendo para qué), hay zapatos que sí te tienes que quitar y algunos otros no (de qué depende? No sé), hay que pensar hasta en el outfit que llevas para no tener que desvestirte cuando pases por el arco.

Además el pase de abordar siempre a la mano porque te lo revisan mínimo 4 veces:  en el mostrador, antes de pasar a la zona de revisión, en las salas de espera, para dejarte pasar al gusano que lleva al avión, y ahora me encontré con la novedad de que, para tomar mi vuelo de  Roma a Atenas, también me solicitó mi pase de abordar el amable azafato (o como se llame en masculino).

En mi vuelo de regreso a Roma, como llevaba ya impreso mi pase de abordar, no pensaba presentarme en el mostrador, pero no podía encontrar en el tablero de información,  la sala asignada a mi vuelo, así que fui a preguntar y la amable chica, después de hacer un par de consultas con su compañera, porque ella tampoco encontraba la sala desde la cual saldría mi vuelo, me dijo: “Ah! Pero tu vuelo es para el 6 de abril … y hoy es 6 de marzo.” (Cara de espasmo e incredulidad) - Que, quéeeeeeeeee?

Inmediatamente me recriminé a mí misma mi estupidez por haberme equivocado al realizar la compra del boleto, pero bueno, tenía que resolverlo. No me quedó más que ir a realizar el cambio del vuelo a la ventanilla en donde pasas con tu respectivo billetito de unos cuantos euros. Cuando llegué le comenté a la chica que quería cambiar ese vuelo porque me había equivocado al comprar mi boleto. Revisa su sistema y me dice: - OK, pero solo quieres cambiar este o también el del 2 de abril? – Cómo? – Sí, tienes un boleto de Roma a Atenas para el 2 de abril y otro de Atenas a Roma para el 6 de abril. (Nuevamente cara de espasmo e incredulidad)

Tuve que tomarme unos momentos para entender lo que estaba pasando.  

Lo increíble de la historia no es que me haya equivocado al comprar el vuelo, ni mucho menos que haya tenido que comprar de última hora un boleto para regresar a Roma y que éste me haya salido más caro que el redondo. No! Lo verdaderamente increíble en esta historia es que me subí al avión desde Roma a Atenas sin un pase de abordar válido! Eso fue lo que tardé unos momentos en entender. Cómo es que yo tenía un vuelo redondo disponible para Atenas en el mes de abril?

En esta era de la aviación en donde cuidan hasta qué talco para los pies usas (para eso tienen perros oliendo todo) y en la que ya me han quitado pasta de dientes, crema corporal, mousse para el cabello, etc., llevan a la gente a cabinas para revisarles todo, te piden tu pasaporte, checan tu pase de abordar de 3 a 5 veces antes de que te subas al avión, y hasta lo pasan por el lector de código de barras … uff, en esta época de la extrema seguridad y reglamentación aeronáutica internacional, nadie notó que mi pase de abordar era para otra fecha y que yo no debería de haber volado el 2 de marzo, sino el 2 de abril.

Básicamente señores, puedo decir que volé sin boleto. Porque lo mismo hubiera dado que llevara un pase de abordar de un mes anterior. Nadie lo hubiera notado. Las chicas estaban más preocupadas vigilando que la chinita que estaba a un lado mío hiciera lo imposible por meter su bolsa de mano en la maleta porque solo está permitido subir con un bulto de mano. Debo decir que eran 3 chicas las que estaban realizando el control de acceso al avión y ninguna notó lo de mi pase de abordar. Uf.

Esas cosas solo pueden pasar en un año sabático. Se los cuento para que lo escuchen y lo crean de alguien a quien le pasó, jajaja, y que luego no crean que es choro mareador.  Así que, la próxima vez que te enojes porque te revisan exhaustivamente documentos, equipaje, indumentaria y peinado (también me han revisado la peineta del cabello, jajaja), recuerda que bien pudo haberse colado un terrorista en vez de una chica despistada como yo, y agradece que haya tantos controles, porque lo que se le pasa a uno, puede que no se le pase a otro … o puede que sí J

marzo 10, 2011

Con esa maletota?

Para llegar a Roma, en el aeropuerto tomé el tren y luego el bus que me llevaría hasta el lugar en el que me hospedaría. El padre Antonio me había dado el domicilio de la casa de los Misioneros de la Consolata quienes, providencialmente, me recibieron.


Bajé del bus y pregunté a una señora si sabía en dónde estaba esa calle y me dijo que no. Luego a una chica y muy segura me dijo que caminara una cuadra y a la vuelta encontraría la calle. Busqué la numeración y no concordaba así que volví a preguntar en una tienda y supuse que el chico, por trabajar en ese rumbo, conocería la calle. Me dijo, también muy seguro, que tenía que caminar cuesta arriba como 3 cuadras y que la calle estaba arriba. Su expresión al decirme esto fue de: "híjole, y con esa maletota!". Pero hice caso omiso de su insinuación; mi maleta no era tan grande y de cualquier forma tendría que llegar al lugar con mi ella. 


Comencé a caminar y caminar jalando el equipaje hasta que se me comenzó a entumir el brazo. De pronto sentí como que las ruedas se hacían más pesadas y alguien estaba poniéndole peso extra a la "maletota". En donde se suponía que era la 3ra calle vi una escalinata como de 100 escaños y decidí que no iba, de ninguna manera, a cargar mi liviano equipaje hasta arriba sin estar segura de que era ahí, así que más adelante volví a preguntar y una pareja me dijo que tendría que caminar de regreso, hasta donde me había dejado el camión, porque la calle estaba justo cruzando la esquina esa. Ambos se miraron e intercambiaron palabras que aun sin hablar italiano entendí. Ella le decía algo así como: "pero va hasta allá y con esa maletota!". Comencé a creer que, o estaba más lejos de lo que yo pensaba o de plano lo que traía rodando sí era una maletota. 


Así pues, llegué a la casa, con el brazo cayéndoseme, enojada con los italianos que no saben dar indicaciones y decidida a hacerme a la brevedad de un mapa de la ciudad. Desde que lo hice, no me he vuelto a perder y el dichoso mapa me ha permitido andar por los muchos callejoncitos, típicos en Italia, que parecen querer decir algo a quien se adentra en ellos. 


Es invierno todavía y el frío cala. Lluvia, aire, y un poco de sol que cuando se asoma, hace una gran diferencia, pero en general, un clima bueno; frío pero soportable y ciertamente mucho más manejable que el de Viena. Esto me ha permitido andar y andar y descubrir el día a día de la gente que va a trabajar entre miles de turistas y entendí un poco la actitud de indiferencia de los romanos al darme instrucciones erróneas para llegar a mi morada. Todos los días viven entre gente que no sabe a dónde va, no sabe en dónde está la calle que busca, no habla italiano, anda con un mapita en la mano, pregunta por doquier cómo llegar a La Fontana de Trevi, al Coliseo, al Vaticano, y, al igual que yo, no encuentra la forma de no parecer turista, siéndolo. 


Los turistas somos invasores de espacios. Ciertamente consumimos dentro del país pero no por eso dejamos de ser extraños en el lugar. Transitar todos los días por tu ciudad con miles de personas cruzando indebidamente la calle, sin saber si ahí está permitido o no, y tener que soportarlo porque "son turistas", debe ser el factor que genera esta indiferencia e intolerancia al turista. Uno se sube al bus y ve caras de todas las razas. Caminando por la calle somos muchos los que andamos con el mapa en la mano, la cámara colgada al cuello, la mochila al hombro y la cara alzada para admirar los edificios, buscar el nombre de la calle o leer la ruta del bus.


Y aun así, Roma y los romanos nos acogen para compartir su historia, nuestra historia, porque quien venga a Europa, necesariamente piensa en Roma, en tomarse una foto en el Coliseo, aventar una moneda en La Fontana de Trevi, en visitar el Vaticano, que aunque es Estado independiente, está dentro de esta ciudad y utiliza todos sus servicios para dar acogida a los millones de peregrinos que vienen en oleadas a conocer la Capilla Sixtina, a visitar al Papa y ni se diga los que vendrán en mayo a la canonización de Juan Pablo II. Todo está abarrotado ya. 


Me he robado entonces los paisajes de esta ciudad. Me ha permitido fotografiarla en diferentes escenarios, con calma, sin apresurarme para realizar la toma. El Tíber me ha regalado imágenes al atardecer que llenan el alma y hacen que uno no quiera irse nunca de aquí, para poder seguir disfrutando de los puentes y las puestas de sol. 


Al llegar, en el aeropuerto conocí a un sacerdote que me dijo: "Roma no hace honor a lo que es Italia. Es una ciudad sucia, caótica; espero que no te decepcione!". Entiendo ahora lo que me dice porque sí es cierto que es algo sucia y ciertamente es caótica. No quiero ni imaginar lo que será venir aquí en verano, pero decepcionada no estoy. Al contrario, me quedo enamorada de Roma y agradecida por sus regalos, por acogerme y presentarme aventuras en la estación de trenes, en el avión, y en sus calles, y por darme momentos de placer con sus pizzas, gelatos y cafés. 

febrero 27, 2011

Auf Wiedersehen Wien

Con una formidable acogida en casa de Henrik y Helena, mi estancia en Viena resultó más que placentera. Dos días hicieron falta para recuperarme del jet lag. Cómo lo hice? Fácil. Solo hubo que permitirme despertar en ambas ocasiones a las 3 pm, sin darme cuenta de la hora, sin presión por levantarme y dándome la chance de descansar lo que mi cuerpo necesitara, porque, a diferencia de otras ocasiones, en este viaje no hay prisas, las prioridades han cambiado y lo que antes resultaba importante en un viaje, como visitar 4 museos por ciudad, caminar como loco para recorrer todas y cada una de las calles y atracciones que están marcadas en la guía turística, levantarse temprano y acostarse tarde, hoy no es más importante que el sueño y la posibilidad de decidir libremente si se quiere ir o no a un museo sin sentir culpa por no haberlo hecho y sabiendo de cierto que no pasa nada si en vez del 100% de los lugares marcados en la guía se visitan solo la mitad, pero disfrutados al máximo porque se hace sin cansancio y sin stress.

Porqué será que nos preocupa tanto conocer todas las iglesias del lugar, los museos y lugares cerrados que hay en las ciudades? Ni siquiera conozco todas las iglesias del centro de Guadalajara, ya no se diga las de Cd. De México que son tantas. Recién acabo de enterarme que hay un templo de San Antonio en el lugar donde vivo y no sé ni dónde se encuentra.

La experiencia en el Museo de Arte Moderno de Viena, lo cual podría sonar interesante y además viene en la guía turística, resultó decepcionante en muchos sentidos y ocasionó en cierta forma esta reflexión. Para empezar, costó 6.50 euros y eso que fue con descuento de estudiante porque obviamente cargo conmigo mi super credencial de EGRESADO del ITESO (supongo que acá nadie entiende qué significa “egresado”, y como la leyenda está escrita al frente y al centro de la credencial, con sendo letrero enorme, quizás piensen que por el contrario estoy estudiando algo super especializado). Cuando iba a pagar mi entrada (originalmente de 9 euros, o sea casi $150) pregunté si no había algún descuento, a lo que la chica inmediatamente contestó que sí, que si yo era estudiante, con credencial internacional vigente, y “menor de 27 años”, entonces me costaría 6.50. Eso bastó para que yo hábilmente sacara mi credencial de “estudios avanzados”, fingiera haber olvidado mi identificación en la que ciertamente constaba que yo, como bien habría notado, tengo tan solo 26 años y ella, sin más, tuviera que emitir un ticket de descuento para esta joven estudiante mexicana.

Sucedido esto, entré a las dos exposiciones que tanta expectativa habían generado en mí y me llevé una gran decepción pero también aprendí que yo creo que no me gusta el arte moderno … al menos no ese: videos de gente “loca” (para mi gusto) desollando un chivo, cortándose las uñas con tijeritas hasta sangrarse los dedos, cortándose con un cuchillo la piel de la pierna, y cosas excéntricas que la verdad, a pesar de ser una estudiante de cosas tan especializadas, no entendí. También había los famosos cuadros hechos con cachivaches, los que representan el dolor a través de un trapo quemado, y un maniquí desnudo que como seguramente habría hablado alemán, no supe cuál era su propósito ahí. Evidentemente no pudo faltar el lienzo de 2x3.5m pintado de rojo carmín con una delgada línea negra al centro. Claro, también había uno amarillo. No recuerdo si en este último la línea era recta o curva.

El punto es que entendí que, ni los museos tienen porqué ser lo máximo de la vida (al menos para mí), y me di cuenta de que lo que realmente disfruto son los exteriores. Caminar por las calles permite estar en un enorme museo viviente, en donde también hay gente loca, seguramente hay alguien cortándose con tijeritas los dedos, o gritando incoherencias, y ciertamente hay más de una puerta o pared roja o amarilla, pero no exigen credencial, ni certificación de edad para aplicar descuento, ya que el escenario de la vida es totalmente gratis.

Desafortunadamente Viena en esta época del año es un escenario sumamente frío, con un aire que se mete por donde uno no se explica, y hela los más escondidos huesos, previo cuasi congelamiento de la piel. Dificulta el andar, el tomar fotos porque hasta la lente se empaña del choque térmico, hasta el hablar cuando los cachetes, labios y lengua están entumecidos por el frío. Uno termina metíéndose entonces en todas las iglesias que hay a la pasada para tomar un poco de calor lejos del viento.

El penúltimo día de mi estancia en ese país, fui y regresé sola de Tribuswinkel, el pueblo en donde viven mis amigos, a 30 min de Viena, a Schönbrunn, otro “must” indicado en la guía turística. Este palacio prometía una encantadora caminata, con vistas espectaculares ya que es famoso por sus enormes jardines. Olvidé que en invierno los jardines sí estarían, pero las flores y las hojas no; así que el paseo presentó maravillosos paisajes invernales con árboles desnudos, lagos y fuentes congeladas, hojas secas y mucho viento. Aun así, el escenario fue muy lindo. Como anochece temprano, antes de las 6 pm, me di prisa para regresar a buena hora a casa de mi amiga. Cabe aclarar que ésta era la primera vez que regresaba sola, ya que las anteriores ella había ido a mi encuentro en algún lugar de Viena. Tomé el metro, transbordé, tomé el tren, llegué a la estación y comencé a caminar. Había que caminar derecho, todo derecho desde la estación a casa de mi amiga. No habría pierde. Sin embargo, de alguna extraña y quizás extraterrestre manera, me perdí. Caminé no supe ni para dónde porque el frío era tal que no podía siquiera mantener la cara alzada porque los ojos me picaban. De pronto di con una iglesia que no recordé haber visto en el camino de ida; enfrente una escuela; caminé en una dirección, luego en otra … oficialmente estaba perdida. Decidí entonces llamar por teléfono a mi amiga para pedirle que fuera por mí y por alguna extraña y estoy segura que también extraterrestre razón, no me contestó.

Con -5º de temperatura, tuve que hacer un esfuerzo para descongelar a los ratones y echar a andar el mecanismo de supervivencia. Decidí pedir ayuda a una familia que caminaba hacia mí. Me acerqué y dije: -Haba inglés? – Un poco – OK, me puede ayudar? – Qué necesitas? – Estoy perdida- A dónde quieres ir? – Mmm, no sé, de verdad estoy perdida.
La cara de incógnita de la señora no se hizo esperar y su expresión casi quiso decir: No pos’ así ni cómo ayudarte …

Llegó su hijo y comencé a decirle que en realidad estaba en casa de una amiga, cerca de ahí, pero no recordaba el kilométrico nombre de la calle. Finalmente, después de 5 minutos de estar parados en la calle tratando de entender cómo era que yo, extranjera, no sabía la dirección a la que iba, y estaba realmente perdida, ellos decidieron llevarme a la estación de tren a la que había llegado para ver si nuevamente desde ahí recordaba para dónde ir. Pensé que me dejarían en la estación y se irían, pero cuál fue mi sorpresa al escuchar que el atento joven me decía: - Este es un día muy frío para andar haciendo experimentos, veamos si reconoces el camino y damos con la casa; no tenemos prisa, no te preocupes.

Conocí a mis ángeles de ese día, porque en 10 minutos estaba yo en la puerta de la casa, sin tener el domicilio, y sin saber cómo es que llegué hasta la iglesia si realmente solo había que caminar todo derecho, pero también sin la menor duda de que, no importa qué pase, siempre habrá alguien dispuesto a ayudar, y todo va a estar bien.

P.D. Esta nota fue escrita en la sala de espera del aeropuerto de Zürich, que dicho sea de paso, no tiene nada que ver con el Charles de Gaulle ni el Benito Juárez. Es moderno, limpio, elegante de hecho. Suizo. 

febrero 24, 2011

Como el arcoiris

Cuando Rodrigo mi sobrino, a sus 4 años de edad preguntó cómo era eso de que había 3 dioses, mi madre, haciendo uso de todos sus recursos y conocimientos doctrinales comenzó a explicarle el misterio de la santísima trinidad diciendo que es un solo dios en 3 personas distintas. Esto no parecía ser una explicación comprensible para el niño, ni tampoco para su hermano de 5 años, Alvaro, que de pronto intervino y dijo, "mira Yosh, es como el arcoíris; muchos colores pero un solo arcoíris". Entonces su hermano se quedó tranquilo con la explicación, que de pronto entendió.

Si yo hubiera querido definir este año sabático, no hubiera podido hacerlo mejor: es como el arcoíris, muchos viajes, muchas experiencias, muchos sucesos, muchos sentimientos, muchos vuelos,  muchos maticesy un mismo tiempo sabático.

El trayecto ha sido largo. México-Miami-Paris-Munich-Viena. De pronto aparecen datos en la pantalla del avión: 10,000 pies de altitud, 997 km/h, -54ºC. Lo cierto es que ninguno de esos datos me dice mucho, ya que encerrada en una cabina con ambiente controlado, todo pareciera estar en orden. Cuando lo pienso, me doy cuenta de lo vulnerables que somos dentro de la misma. Una descompensación, una pequeña falla técnica y todo acaba. Esta reflexión formó parte del primer vuelo transcontinental de este arcoíris sabático y preferí no seguir alimentando esas ideas, ya que aún faltan muchos vuelos por hacer y nubes por atravesar, muchas turbulencias bien manejadas por los pilotos y aterrizajes con aviones coleados, así que pensar en esto no me ayudaría.

El paso por el aeropuerto de Miami fue de larga caminata. Afortunadamente hay carritos para maletas, que sí puedes trasladar por todo el aeropuerto, no como en el Benito Juárez que usas el carrito por 20 metros, solo de la banda a la puerta de salida y más tardas en subir las maletas que en tenerlas que bajar. En fin, en Miami la caminata incluyó desde recoger la maleta en la banda 8 y tener que salir por la puerta cercana a la banda 1 para pasar aduana, y que alguien te diga, "Follow the yellow dots", para sentir que uno es como Dorothy, para que al final del camino amarillo, un malencarado joven te pida la maleta para aventarla a la banda que la llevará a su siguiente destino. Tramité mi pase de abordar con un antipático extranjero orientalón que hablaba francés a tirabuzón, luego la tan famosa fila enorme para pasar los puestos de seguridad de hoy en día, y que me revisaran por tercera vez la bolsa porque al parecer llevaba algo sospechoso.

De una terminal a otra más de media hora andando y andando y sin ubicar ni un lugar cercano donde comer, porque para llegar a cualquier restaurant de fast food hay que caminar como 8 salas de espera de ida, y otras tantas de regreso, e ir al tren para que te lleve a la siguiente terminal, en donde si preguntas: Where is the court food?, el señor te verá con cara de incógnita y responderá: Court food? We only have Wendy's. 3 horas de intervalo entre un vuelo y otro pronto se terminaron y solamente tuve que esperar 45 minutos en la sala de espera para tomar el vuelo a la ciudad de las luces.

Luego el Charles de Gaulle. Todo apeñuzcado, con gente por doquier, con el famoso carrito (que dicho sea de paso, ahí también lo puedes llevar a casi cualquier parte ... no como en el Benito Juárez), y corriendo para cambiar de una terminal a otra. Afortunadamente mi vuelo salía casi 4 horas después, así que pude trasladarme con calma de lado a lado del aeropuerto, esperando que el ejercicio ayudara a deshinchar las piernas después de tantas horas de vuelo. Y a buscar la aerolínea Lufthansa, que tiene un moderno sistema de autoticketing, y gente bastante amable. 

Nuevamente a caminar e instalarme en mi sala de espera. Como en esta ocasión el tiempo era más largo, comencé a leer. La lectura se convirtió en siesta, la siesta en sueño y el sueño casi termina en vuelo perdido, aunque en realidad terminó con una fuerte llamada por los altavoces: Marcela Pérez, presentarse de inmediato en la puerta X. En 15 segundos estaba yo abordando el avión. 

Camino a Munich no hice más que dormir y despertar en dos ocasiones: a la hora del lunch y al aterrizar. Y de Munich a Viena ya el trayecto era tan corto, que solo esperé tomando un rico café, cortesía de Lufthansa, dentro de un lindo aeropuerto aclimatado, en donde se nota realmente el primer mundo, el amaestramiento de los ciudadanos para comportarse con propiedad, y los servicios que una empresa puede brindar para hacer más confortable la estancia de un pasajero que lleva 24 horas de aeropuerto en aeropuerto. Claro que esto último ellos no lo sabían, pero yo se los agradecí. 

Así, pues, fue la llegada a Europa, el lugar de las respuestas, y una de las estaciones en este viaje a Itaca ...