abril 07, 2011

Vi(c)toria



Uno de los libros que más me ha gustado es “Los Pilares de la Tierra” de Ken Follet. Narra la historia de la construcción de una catedral medieval en Inglaterra. Es la catedral de Kingsbridge. En 2002, años después de haber escrito ese libro, Follet viajó a Vitoria, un pueblo vasco en el que existe una catedral medieval en periodo de remodelación -casi reconstrucción- desde hace 12 años.

Al conocer los trabajos que se estaban haciendo en la catedral, la historia, los hallazgos que en ella se estaban dando debido a las excavaciones, y los estudios que se estaban haciendo para entender el movimiento del edificio, Follet decidió comenzar a trabajar en la segunda parte del libro, “Un Mundo sin Fin”, en donde narra los trabajos de reconstrucción que se tienen que llevar a cabo siglos después de haberse construido la catedral de Kingsbridge, porque ésta comenzaba a derrumbarse en su interior. Ambos libros captaron mi atención de la manera que solo los libros que te tienen leyendo hasta las 2 am y te roban el corazón, lo hacen.

Hoy conocí Vitoria y la catedral que inspiró el segundo libro de Follet, rankeado en mi top ten personal.  El concepto de visitas es interesante porque el recorrido que se hace a interior de la catedral se llama "Abierto por obras". Las visitas sólo son guiadas y el espacio está preparado con pasillos para caminar entre la obra, rodeados de trabajadores, con el ruido de taladros y maquinaria, y usando casco protector. Se realizó una excavación de 8 mt para conocer el estado de los cimientos e identificar desde ahí los problemas estructurales del edificio. De esa forma han podido reforzarlos y trabajar todos estos años para salvar la construcción.

El 7 de abril de 2010 comenzaron también para mí los trabajos de reconstrucción. Inició entonces una excavación profunda para conocer el estado de mis cimientos e identificar los problemas estructurales de los mismos y reforzar lo necesario para seguir de pie. Y es que hace un año llegó Victoria, mi hija, y llegó solo para traer un mensaje, fuerte y claro, que fue de pronto como la llamada de alerta de quien escucha el crujir de las piedras en el interior de la catedral y sabe que si no se revisan las causas, sin más, ese edificio, a pesar de ser enorme, parecer bien plantado, ser imponente, se derrumbará.

Victoria llegó a hacer que replanteara mis objetivos de vida y a hacerme saber que la vida es ahora.  Me siento privilegiada por haber tenido un mensajero físico. Hay veces que decimos que recibimos mensajes del universo, pero no sé qué tan seguido los recibamos con todo y mensajero. Puedo preciarme de decir que yo tuve uno. 

Einstein dijo algo parecido a: si quieres tener resultados diferentes tienes que hacer las cosas de manera diferente. Supongo que es lo que busco hacer ahora, en este tiempo sabático en el que, más que vacaciones, trato de hacer las cosas de otra manera, identificando los matices del arcoíris que lo conforman y reforzando los cimientos y las columnas pandeadas. Es como caminar entre andamios y casco protector, sabiendo que dentro de poco, el resultado de esta obra será una majestuosa edificación, lista para aguantar mil años, historias y mensajeros más.  

La Catedral de Santa María de Vitoria ha aguantado el paso del tiempo con paciencia, y hoy, sus grietas en las paredes, el hundimiento de su estructura, la curvatura de sus columnas, dan fé de su historia, y su recuperación no pretende sino honrar esa historia. Es lo más cercano a lo que siento estar viviendo, y hoy, a un año de haber comenzado con esos trabajos, honro y agradezco la presencia de Victoria, mi mensajero personal, que repicó las campanas de alerta para que esta estructura no se derrumbara.

abril 05, 2011

Que te multen con boleto pagado ... no tiene precio

Antes de dejar Italia quise conocer Milán. Que es la capital de la moda, que quizás te encuentres a un modelo por la calle, que tiene una catedral digna de visitarse, que es la crema y nata de Italia … pues hay que ir entonces, me dije. Lo platiqué con mi compañero de viaje en turno y decidimos que sería una buena opción además de que representaba una ventaja económica porque desde Milán el vuelo a España, siguiente destino en la ruta sabática, era más barato.

Revisamos el famosísimo trenitalia.com para ver tarifas y horarios. Decidimos tomar el de las 10 am porque costaba la tercera parte que el de las 11 am. El tren de segunda en Italia es cuando menos igual que el mejor autobús al que yo me haya subido en México, así que uno puede comprar esas tarifas sin temor a vivir la experiencia pollera en su máxima expresión. Salimos entonces, contentos de haber comprado los boletos, nos subimos al tren con tiempo y de vez en vez dormitábamos. De pronto llegó el inspector, nos despertó y nos pidió los tickets. De inmediato los saqué y se los mostramos. Con aire de superioridad e investido de la autoridad que le otorga el uniforme de respetable inspector de trenes, miró los boletos, los revisó y en un perfecto e incomprensible italiano nos preguntó algo.

Ese algo, que en italiano no sé cómo se diga, pero en lenguaje de señas entendí, significaba que en dónde estaba el sello del boleto. En efecto, en Italia no basta con comprar tu boleto, sino que hay que checarlo en una maquinita antes de subirte a il treno. Cuando los inspectores son buena onda, se dan cuenta de que siendo extranjero podrías no haber conocido dicha regla (porque además no está específicamente indicado en ningún lado que en esas máquinas amarillas hay que marcar el boleto antes de subir), y que en efecto acabas de comprar el boleto - porque en él se indica la fecha de compra-, por lo que es imposible que lo hayas utilizado para ir y venir a Milán en repetidas ocasiones ese mismo día -fecha de compra del ticket-, antes de las 10 am -hora de salida de ese tren-, cuando el trayecto es de 2 horas -a menos que tu deporte favorito sea subir y bajar del tren. 

Sin embargo, él no quiso verse buena onda, sino verse muy inspector y hacer valer su autoridad. Finalmente para algo le dieron ese uniforme, no? Con una sonrisita comenzó a escribir algo en el boleto. Pensé que sería la anotación de fecha y hora en la que habíamos utilizado el boleto y que nos haría la indicación de que no lo volviéramos a olvidar.

Ingenua yo. Lo que estaba anotando en idioma universal por aquello de que no le entendiéramos, era el importe de la multa. El boleto nos había costado €10 cada uno … la multa estaba marcada en €44 también para cada uno! La cara de asombro e incredulidad de los dos ingenuos mexicanos infringiendo las leyes italianas no se hizo esperar. Para mi consuelo tampoco se hizo esperar la cara de incredulidad de un pasajero italiano que estaba sentado frente a nosotros. Pero el buen inspector tuvo la gentileza de hacernos el 50% de descuento y solo cobrarnos la multa de uno. Tachó uno de los €44 y solo nos cobró el otro.

Los pensamientos no se hicieron esperar:
1.       Qué caro!
2.       Qué poca!
3.       Qué pendeja! Si ya sabía …

Tampoco los sentimientos. Hubo varios que recorrieron mi cuerpo:

1.    Impotencia. Sin hablar italiano, y por lo tanto sin poder reclamar y estando en un país extranjero donde, sin conocer el manejo del mismo, lo único que queda es pagar. Un italiano de seguro que hubiera comenzado a gritonear y a decir mil cosas.

2.    Abuso. Porque si bien es cierto que la ley dice eso, también es cierto que los elementos indicaban que acabábamos de comprar el boleto y no podíamos haberlo utilizado en otro viaje.

3.   Desconfianza. Todavía dudo que realmente nos haya hecho el 50% de descuento. Yo creo que nos debía de haber cobrado €22 a cada uno, pero como no dice eso en ningún lado, nos dijo que era el doble y que nos hacía descuento para que ya no la armáramos de jamón. Cuando menos nos dio recibo de pago.

Qué hubiera pasado si no hubiéramos traído dinero? Ni modo que nos aventara del tren! Me quedé con ganas de pelear un poco por lo que yo sentía que era un abuso y un exceso, y no digo que fuera injusto, solo excesivo. En fin. Pagamos, así que esa opción ya ni siquiera la pienso porque no quisimos ponernos en antecedentes delictivos en la bella Italia. Finalmente llevábamos las de perder.

Después de haber pagado la multa, nuestro vecino nos vio y dijo: Italia, este es un país de ladrones y gente que busca sacar ventaja. Acto seguido, sacó su teléfono y llamó a no sé quién y le contó todo lo que había pasado.  Ahora yo se los cuento a ustedes con menos carga emotiva porque esos €44 me dolieron como si hubieran sido miles.

Y esque yo pregunto, alguna vez  te han multado en un tren, inclusive llevando boleto? … Solo en Italia :(

abril 04, 2011

Volar sin boleto

Más que una historia, este es un testimonio de que las cosas más inverosímiles pueden suceder, cuando menos lo piensas, y por eso hay que estar atentos a las señales. Nunca sabes en dónde te va a suceder algo increíble y maravilloso. 

Después de aquel famoso 11 de septiembre en el que la aviación se vio involucrada en un atentado de proporciones mayúsculas, el mundo de los viajes dio un giro de 360 y la forma de viajar también. Ahora hay que “pensar” en que todo lo que se empaque sea transportable; envases de no más de 100ml, en bolsitas resellables (eso todavía no entiendo porqué o para qué), computadoras fuera del estuche para pasar por la banda (tampoco entiendo para qué), hay zapatos que sí te tienes que quitar y algunos otros no (de qué depende? No sé), hay que pensar hasta en el outfit que llevas para no tener que desvestirte cuando pases por el arco.

Además el pase de abordar siempre a la mano porque te lo revisan mínimo 4 veces:  en el mostrador, antes de pasar a la zona de revisión, en las salas de espera, para dejarte pasar al gusano que lleva al avión, y ahora me encontré con la novedad de que, para tomar mi vuelo de  Roma a Atenas, también me solicitó mi pase de abordar el amable azafato (o como se llame en masculino).

En mi vuelo de regreso a Roma, como llevaba ya impreso mi pase de abordar, no pensaba presentarme en el mostrador, pero no podía encontrar en el tablero de información,  la sala asignada a mi vuelo, así que fui a preguntar y la amable chica, después de hacer un par de consultas con su compañera, porque ella tampoco encontraba la sala desde la cual saldría mi vuelo, me dijo: “Ah! Pero tu vuelo es para el 6 de abril … y hoy es 6 de marzo.” (Cara de espasmo e incredulidad) - Que, quéeeeeeeeee?

Inmediatamente me recriminé a mí misma mi estupidez por haberme equivocado al realizar la compra del boleto, pero bueno, tenía que resolverlo. No me quedó más que ir a realizar el cambio del vuelo a la ventanilla en donde pasas con tu respectivo billetito de unos cuantos euros. Cuando llegué le comenté a la chica que quería cambiar ese vuelo porque me había equivocado al comprar mi boleto. Revisa su sistema y me dice: - OK, pero solo quieres cambiar este o también el del 2 de abril? – Cómo? – Sí, tienes un boleto de Roma a Atenas para el 2 de abril y otro de Atenas a Roma para el 6 de abril. (Nuevamente cara de espasmo e incredulidad)

Tuve que tomarme unos momentos para entender lo que estaba pasando.  

Lo increíble de la historia no es que me haya equivocado al comprar el vuelo, ni mucho menos que haya tenido que comprar de última hora un boleto para regresar a Roma y que éste me haya salido más caro que el redondo. No! Lo verdaderamente increíble en esta historia es que me subí al avión desde Roma a Atenas sin un pase de abordar válido! Eso fue lo que tardé unos momentos en entender. Cómo es que yo tenía un vuelo redondo disponible para Atenas en el mes de abril?

En esta era de la aviación en donde cuidan hasta qué talco para los pies usas (para eso tienen perros oliendo todo) y en la que ya me han quitado pasta de dientes, crema corporal, mousse para el cabello, etc., llevan a la gente a cabinas para revisarles todo, te piden tu pasaporte, checan tu pase de abordar de 3 a 5 veces antes de que te subas al avión, y hasta lo pasan por el lector de código de barras … uff, en esta época de la extrema seguridad y reglamentación aeronáutica internacional, nadie notó que mi pase de abordar era para otra fecha y que yo no debería de haber volado el 2 de marzo, sino el 2 de abril.

Básicamente señores, puedo decir que volé sin boleto. Porque lo mismo hubiera dado que llevara un pase de abordar de un mes anterior. Nadie lo hubiera notado. Las chicas estaban más preocupadas vigilando que la chinita que estaba a un lado mío hiciera lo imposible por meter su bolsa de mano en la maleta porque solo está permitido subir con un bulto de mano. Debo decir que eran 3 chicas las que estaban realizando el control de acceso al avión y ninguna notó lo de mi pase de abordar. Uf.

Esas cosas solo pueden pasar en un año sabático. Se los cuento para que lo escuchen y lo crean de alguien a quien le pasó, jajaja, y que luego no crean que es choro mareador.  Así que, la próxima vez que te enojes porque te revisan exhaustivamente documentos, equipaje, indumentaria y peinado (también me han revisado la peineta del cabello, jajaja), recuerda que bien pudo haberse colado un terrorista en vez de una chica despistada como yo, y agradece que haya tantos controles, porque lo que se le pasa a uno, puede que no se le pase a otro … o puede que sí J