junio 14, 2011

Fíjate bien cuando viajes a Grecia ... todo puede pasar.

Estaba en Roma. Saldría en unas cuantas horas hacia Grecia y no se me había ocurrido que no hubiera tren para el aeropuerto en la madrugada. Mi vuelo salía a las 6.40 a.m., por lo tanto tendría que buscar transporte para ir al aeropuerto sin que me saliera caro como un taxi. Y es que si el vuelo costó 90 euros y el taxi cuesta 50 euros, pues ya no es negocio. 

Después de buscar, tenía ya por fin un plan B, que para llevarlo a cabo tendría que salir de casa como a las 2.30 am Tomaría un autobús que me llevara a un lugar en donde se supone que saldría otro autobús hacia el aeropuerto.

No pude dormir bien con la angustia de no despertar a tiempo, asi que estuve dormitando y despertando con sobresaltos cada 20-30-40 min hasta que dieron las 2.10 am. Me levanté, tomé mis cosas y salí a la esquina, a tomar el autobús nocturno. Eran como 2.35 cuando llegué a la parada. Tardó media hora en llegar mi chofer particular (yo era la única que iba subida en el vehículo ese).

A las 3.15 am llegamos al lugar en el que tendría que esperar a que pasara el autobús con dirección al aeropuerto. No podría ni imaginarme esa escena en la cd. de México: estar afuera de cualquiera de las centrales de autobuses a las 3 am en el DF, en la calle, con choferes alrededor? Seguramente no pasarían ni 5 min antes de que alguien me asaltara o se me acercara para sabrosearme. Sin embargo yo sentía que en ese lugar yo estaría segura y que todo saldría bien. 

De pronto llegó una pareja. Ella vestía de azafata. El, un guapo italiano que acompañaba a su amante para dejarla sana y salva rumbo a su trabajo. Yo solo pensaba en lo extraño de ir a dejar a tu novia a la chamba a las 3.30 am.

Luego llegaron unos japoneses, para variar con maletas rígidas de colores psicodélicos. Llegó el autobús. Sentí alivio. Eran las 4 am. La llegada al aeropuerto tardo 45 min. 

Mi vuelo estaba retrasado. Después me di cuenta de que en realidad no estaba retrasado sino que no existía. Aquí es donde entra toda la historia anterior de haber volado sin boleto, pero en ese momento, a las 6 am, yo no atinaba a entender nada. Seguramente el factor madrugada también influyó en que todo el personal de la aerolínea y del aeropuerto pasara por alto el error en mi boleto de avión. En fin. Llegué a Atenas.

Me desplacé al hostal que había reservado y ahí esperaría a que llegara por mí una amiga de mi primo, que obviamente yo no conocía más que por facebook. Prividencialmente ella estaba en esos días en Atenas de vacaciones así que además, tenía mucho tiempo libre para pasear junto conmigo. Llegué, me registré, pagué y llegó Crystal. En ese momento se dio cuenta de que venía sola y me dijo: pensé que venías con amigos! por eso no te ofrecí mi casa, pero si puedes cancelar la reserva hazlo, para que te quedes con nosotros.

Después de esa tarde que pasamos recorriendo varios sitios de Atenas y que charlamos largo y tendido tomando un café griego en la Plaka, decidí que sí me iría con ellos. Claro que era preferible pasar la noche en el depa de una amiga de mi primo que en un hostal con 5 cuates más en la misma habitación. Pensé que inclusive si no me devolvieran nada de dinero en el hostal, era una mejor opción de alojamiento. 

Afortunadamente, después de dar muchas opciones, la empleada del hostal me reembolsó algo de lo pagado. Como dice el dicho: de lo perdido ... lo recuperado! Mi visita a Atenas entonces fue sumamente divertida, con charlas muy amenas, antro, cenas, caminatas. 

Me encantó la ciudad y este viaje a Atenas fue muy particular. En primer lugar porque no lo tenía planeado; surgió por la mera cercanía con Roma y como yo ya estaba ahí, decidí ir y conocer. Luego por el incidente del vuelo sin boleto de avión. Ya por ese solo hecho, valió la pena haber viajado. La experiencia de haber llegado al aeropuerto a las 5 am después de un recorrido de madrugada por la ciudad fue buena. Me enseñó que de verdad, todo siempre va a estar bien, y que hay que hacer las cosas a pesar del miedo. Y por último, la cereza en el pastel, haber conocido a Crystal, a quien yo llamé una princesa griega. Fue también un angel, uno de los muchos que aparecieron en mi camino durante mi viaje, y ahora una amiga. 

Así que encontré muchas cosas hermosas en Grecia (además de los griegos, claro está!) y muchos aprendizajes. Me queda pendiente regresar. Si tenía un vuelo gratuito, lo considero como una invitación a volver a tierras helénicas.