abril 30, 2011

En honor a los niños de mi infancia

Es fácil felicitar en el día del niño, a los que en el momento tienen una corta edad. Pero en este día del niño en especial, quiero felicitar y honrar a los niños de mi infancia. A los que estuvieron junto a mí, siendo niños, en mi niñez. 


Algunos lo saben, algunos no, pero yo me considero oriunda de la Ciudad de México, o sea, chilanga. Para tranquilidad de los tapatíos, mi acta de nacimiento dice que soy de Guadalajara, sin embargo, yo digo que uno es de done se cría y es en el DF en donde crecí. En este sabático, decidí pasar un mes en la ciudad en la que aprendí a andar en bicicleta,  a hacer sumas y restas, a atravesar la calle, a jugar resorte, la ciudad en la que está el departamento de Niágara No. 55, marcado con el interior 402, y en el cual viví por más de 10 años.



Regresé a México por un mes, en este sabático, no como otras veces que solo iba a trabajar y tomaba café o desayunaba con algún amigo que tenía tiempo en esos días. En esta ocasión volví para respirar mi ciudad más allá del smog, regresé como quien regresa al nido, y descubrí parte de mi esencia. Fue como revivir quién había sido de pequeña. Recorrí casi a diario las calles de la colonia Cuauhtémoc, esa en la que me crié, a dos cuadras del Angel y del Paseo de la Reforma. Y reaparecieron los amigos de la infancia. Hicimos una reunioncita de reencuentro y fue como volver a ser niños. Nos divertimos, reímos, y sentí que había una cierta complicidad entre todos. Esa de haber compartido travesuras, aulas, maestros; esa de recordar cosas a través de las pláticas de otros; esa de ser exalumno del Boston.


Es curioso darse cuenta de la percepción que los demás tenían de mí: Marcela, eras una matada!! y además nunca me dejabas copiar en los exámenes. Es cierto, la rectitud me ha caracterizado siempre en ese y en muchos otros aspectos de mi vida. Esa rectitud en más de una ocasión se ha convertido en cuadratura e intransigencia. Lo bueno es darme cuenta de ello. De pronto escuché a niños de 7-8-9 años diciéndome algo que, hoy a mis 33, sigue siendo un patrón. Queridos amigos, gracias por hacérmelo ver. 




El reencuentro con los compañeritos del Boston me ha permitido además conocer y ver más a fondo a la que considero mi tercera hermana, Angela, mi Negra, la única con la que he mantenido contacto desde los 3 años de edad. Fue mi comadre inseparable de estudios, de recreos, de tardes de jugada de nuestras mamás. Teníamos un grupo y pensábamos concursar en la televisión imitando a Flans. Ella era Ivonne, Lety era Ilse y yo Mimí. Nuestras mamás nos veían ensayar y se reían seguramente al ver que nuestra afición no era tanta porque tampoco fuimos tan insistentes para participar y nunca nos llevaron al concurso de Siempre en Domingo. 


Ahora Angela y yo somos cómplices, confidentes, amigas, hermanas. Y es que alguien a quien se conoce por 30 años no es cualquier persona.


Hay dos niñas con las que pasé el mayor tiempo de mi infancia, Paty y Cherie, mis hermanas. Con ellas crecí, compartí cuarto, jugué y peleé hasta el cansancio; con ellas patiné y anduve en bicicleta. Recuerdo el día que ellas dos jugaban "uñitas" en Perisur, girando, y de pronto se soltaron, y Adriana (Cherie) se fue de boca contra el piso y sangró. Mis padres estaban en una óptica y los empleados nos ayudaron para curar a la niña. 




En una ocasión rompimos la cabecera de la cama jugando a "la casita". Amarrábamos la sábana a la cabecera y "se rompió". La reparación y pintura que hicimos fue tan buena, que mi madre no se dio cuenta del hecho sino varios años después. Ya para cuando nos quiso regañar le dijimos: "Apenas te estás dando cuenta???". El Parque Naucalli, las idas a Tequesquitengo, los viajes a Guadalajara que hacíamos por carretera (cuando no había maxipistas) y eran 7 horas de juegos, canciones, pasarle los cassettes a mi papá para que los pusiera, contar vacas, coches, chistes, ver las nubes, jugar a las manitas (claro, hasta que una lloraba), cantar la larguísima canción de "La rana que estaba sentada cantando debajo del agua-gua-guaaaaaa" y que ahora mis sobrinos cantan junto con nosotras. Con mis hermanas compartí escuela, ropa, juguetes, en fin. "Es de las tres", decíamos. Y esque mis padres nos enseñaron a compartir. Nos turnábamos el control de la tele, el asiento del coche, la bicicleta, los patines, y todo lo que venía en presentación de una o dos unidades. Ibamos al catecismo a un parque cerca de mi casa y luego jugábamos un rato y juntábamos catarinas y gusanos quemadores. Todo lo hacíamos a pie: la escuela, el parque, el super, el inglés, el francés, la pintura, la natación ... 


Los otros hermanos son los primos. Eramos en el Boston "los niños Isunza" y a veces Miss Chelito, la directora, le daba a mi tía la queja de una de nosotras. Ella solo decía: "Yo le paso su recado a mi hermana". Siempre les dijeron que si eran gemelas aunque a mí no me parecían tan iguales. Las maestras nos conocían a todos. 


Gaby y Rafael fueron como hermanos para mí. Siendo yo la mayor de las hermanas y no teniendo un hermano varón, y mucho menos mayor, en más de alguna ocasión, ante algún niño gandalla, utilicé el recurso de "mi primo es más grande y le digo a él para que me ayude". Al fin y al cabo él tenía amigos. Compartimos muchas cosas juntos. 




Jugábamos baseball los 5 en su habitación, que entonces me parecía inmensa, y que ahora que lo pienso, seguramente no medía más de 4x4 mts y todavía corríamos! Es esa percepción de la inmensidad de las cosas que se tiene cuando uno es niño que me encanta y que me encantaría que persistiera en la adultez. Es impresionante llegar al patio de la casa de tu abuelo y darte cuenta de que te parecía enorme y es apenas un pequeño lugar.


Hoy me he reencontrado con mis primos. Cuando nos fuimos a vivir a Guadalajara, la distancia física colaboró para que nos distanciáramos también en la convivencia y el contacto posterior. Hoy que soy adulto y veo lo importante que han sido en mi vida, he decidido procurarlos y el reencuentro ha sido maravilloso.


Las vacaciones para mis hermanas  y para mí eran una maravilla. Las pasábamos siempre en Guadalajara y algunas veces también iban Gaby y Rafael. Disfrutábamos enormemente porque íbamos con las primas! así que era una fiesta. Eran dos meses, en verano, de convivir con 3 primas en casa, más otras dos que frecuentábamos mucho, de la familia Pérez, y era increíble estar entre puras mujeres.


"Las Guacamayas" nos denominamos (quién sabe porqué). Ellas mayores que nosotros, divirtiéndose con las chiquillas, como siempre hacemos los adultos. Nos vestían del artista del momento y montábamos coreografías en Navidad, salíamos a patinar en la calle, cuando todavía se podía y jugábamos Stop con algunos niños de la cuadra. Nos llevaban a sus escuelas. Entonces ir a la prepa y a la universidad, mientras yo estaba estudiando primaria, me parecía por demás emocionante. En una ocasión hasta le pasé el acordeón a mi prima Montse.


Hay tantas y tantas anécdotas que podría contar de los niños de mi infancia ... en este día del niño, solo quiero darles las gracias. La gente de nuestra infancia es testigo de lo que somos en realidad, de nuestra más pura esencia, y saben cómo éramos de pequeños, y por lo tanto, cómo somos de adultos, en el fondo de nuestro corazón, cuando el caparazón se ha endurecido.

Gracias a ustedes tuve una infancia feliz y en parte por eso soy hoy lo que soy. 

abril 27, 2011

El desapego ... y el mar

Después de aquel incidente en el año 2000, al decidir iniciar este año sabático tomé un poco más de precauciones para que, si por alguna razón me robaban la cartera, el perjuicio no fuera tanto. 

Cambié mi cartera por una carterita tipo tarjetero, pequeña y portátil. En ella solo llevaría lo indispensable, e hice mi lista:
- Dos tarjetas de crédito (por aquello de que una no pasara)
- Identificación (IFE con terminación 03)
- Licencia de conducir (recién renovada para no tener problemas si acaso manejaba en otra ciudad o país)
- Credencial de exalumno (que seguramente sería aceptada en más de algún museo para reducción de cuota)
- Tarjeta del seguro (es mejor tener los datos y no necesitarlos)
- Dinero en efectivo (no puede faltar en un viaje)
- Visa americana (como era también tamaño credencial, decidí llevarla ahí para no perderla)

Después de varios meses de viaje, al parecer la fórmula ésta funcionaba y mis pertenencias permanecían conmigo. Después de haber pasado parte del invierno en Europa, extrañaba el sol y el calorcito, así que el primer día que la temperatura comenzó a subir y el sol salió, decidimos Daniel y yo ir a dar un paseo por los riscos de Getxo, cerca de Bilbao. Hacía un día de esos que se antojan, en los que hace viento y sol. Es un paseo de aproximadamente 2 horas por un camino pavimentado en el que se puede disfrutar el mar desde lo alto. 

Al regresar, estábamos hambrientos después de la caminata y decidimos comprar un bocadillo. Cuando quise pagar, me di cuenta de que no traía conmigo mi cartera. De pronto tuve un flash back con el incidente de hace 11 años en Inglaterra, en el qe había perdido la bolsa completa. Claro que la diferencia es que en Londres, me habían ROBADO la cartera; aquí yo la había EXTRAVIADO, porque en ningún momento nos cruzamos de cerca con nadie. De pronto tuve ganas de llorar, pero de coraje conmigo por no haber cuidado las cosas, y por haber llevado la cartera en un día en el que no la iba a necesitar y bla bla bla bla bla, en fin, toda la verborrea que escupe el cerebro en cualquier momento que nadie le pide que intervenga. 

Cuando lo reflexioné en ese mismo momento, dije, lo perdido, perdido está, así que vámonos. Y comencé a pensar en lo que realmente era importante en esa carterita: 

- Dos tarjetas de crédito (una de ellas me la repusieron en menos de un día en Madrid - resuelto)
- Identificación (me traje la que es 03, y en mi casa tengo la vigente - resuelto)
- Licencia de conducir (estaba recién renovada, bueno, sacamos otra - resuelto)
- Credencial de exalumno (bueno, me valió algunos descuentos, eso ya es bueno; tramitamos otra - resuelto)
- Tarjeta del seguro (es solo informativa; digo, por perder la tarjeta no se pierde el seguro - resuelto)
- Dinero en efectivo (bueno, algún precio tenía que pagar por tropezar dos veces con la misma piedra, no? jajaja. Acababa de sacar el dinero del mes del banco ... pero es solo dinero - resuelto)
- Visa americana (éste fue el único plastiquito que no debí de haber cargado de verdad, porque mi vuelo de regreso tenía conexión en Estados Unidos y los gringos me la aplicaron ya que no hay reposición de visas más que en México. Literalmente, me mandaron un mail diciendo: "Le recomendamos buscar una ruta alterna para regresar a México". Pero bueno, solo hubo que pagar la diferencia - resuelto)

Cuando uno se cerciora de que nada de lo que creía vital lo es, y que todo, excepto la muerte, tiene solución, entonces la vida se hace más ligera y los viajes más felices. Y nuevamente, todo se reduce al tema del dinero, que en este mundo se ha vuelto indispensable para hacer cualquier cosa. No voy a decir que no me salió cara la lección, pero el punto es que todo se puede solucionar, solo hay que tener imaginación, voluntad, una American Express, ganas de conocer una ciudad nueva como Madrid para recoger tu reposición de la American Express, y un buen amigo que te acompañe por ella y además te preste dinero por el resto del viaje.

Es sabido que en España, o al menos en Bilbao, cuando la gente encuentra cosas en la calle, las lleva a la policía y tienen un departamento de objetos perdidos. Estuve llamando por 15 días para ver si aparecía mi cartera, aunque fuera sin dinero, como hacía 11 años, pero me di cuenta de que los milagros solo ocurren una vez en el mismo sentido. Que me devolvieran dos veces la cartera hubiera sido verdaderamente inhóspito Aunque hubiera podido ser y confiaba en que así fuera, sé que si no regresó es porque mi lección del desapego no estaba bien aprendida todavía. Hay que aprender a soltar las cosas, la gente, la casa, los muebles, el trabajo, y todo aquello que nos ate y que nos impida la propia realización. 

Hoy pienso que quizás nadie ha encontrado ni encontrará esa cartera, porque su misión era la de enseñarme algo, y encontró un buen lugar para quedarse. Seguramente a lo largo de las dos horas de recorrido, coqueteó con el mar y el mar se la llevó. En algún momento decidieron ambos conspirar a mi favor para hacerme juntos el regalo de verme de pronto sin nada ... y con todo. 


Tuve la certeza entonces de que, sin importar lo que pasara, todo iba a estar bien. 

abril 26, 2011

El desapego ...

En el año 2000 Carmen, Roberto y yo emprendimos un viaje que tenía como común denominador el no saber qué pasaría nunca después de 3 días. En ocasiones no sabíamos ni qué haríamos al día siguiente. Y fue así, sin saber muy bien a dónde iríamos, pero con una vaga noción de que queríamos recorrer Europa en coche, que conocimos ciudades de Francia, Suiza, Italia, Mónaco, Austria, Hungría, Rumania, República Checa, Polonia, Alemania, Holanda, Bélgica e Inglaterra. Fueron aproximadamente 5 semanas de carreteras, jornadas de manejo de hasta 14 horas, dormidas en el coche a mitad de carretera ... un viaje inolvidable en muchos sentidos.


Después de 5 semanas de andar cargando la cangurera de viajero para cuidar ahí el dinero y los pasaportes, al llegar a Inglaterra decidí que quería descansar de ella un rato. Me la quité y la guardé en mi bolsa de mano. Ibamos a ir a cenar a un restaurante que nos había recomendado nuestro anfitrión: el amigo (que no conocíamos) de un maestro de la universidad (con el que teníamos relación en ese momento). Fuimos al restaurante y la estábamos pasando bien. Había una niña pequeña muy simpática y junto a nosotros una pecera grande. El papá acercó a la niña a la pecera y jugueteaba con ella, con esas voces y expresiones que los adultos hacemos a los niños como si de esa forma nos entendieran mejor. 


Al momento de pedir la cuenta quise pagar y me percaté de que mi bolsa había desaparecido. Hice una serie de revisiones mentales rapidísimas para recordar si de verdad la traía o la había dejado en casa y finalmente caí en cuenta de que me la habían robado. Dos días antes, en Holanda, habíamos tenido muchas complicaciones para encontrar hospedaje porque había un festival o algo así y todo estaba lleno. Los hostales que tenían espacio solo rentaban las habitaciones por dos noches mínimo y nosotros solo queríamos estar una noche ahí. Encontramos una posada con un colchón prácticamente tirado en el piso, que si hubiéramos tenido una lupa (y sin tanto aumento eh!) hubiéramos visto todo un zoológico microscópico; el lavabo sucio; los espacios daban asco en realidad. Además, había que subir las maletas por unas escaleras sumamente angostas y empinadas. En el coche traíamos las maletas de Roberto, quien dejaba en ese viaje Francia, después de haber estudiado ahí un semestre, por lo tanto, eran maletas grandes y pesadas. 


Decidió dejar sus maletas en el coche, que estacionamos justo afuera del hostal y era seguro porque estábamos a unos pasos de la estación de policía. Dormimos apenas encima de algunas chamarras que llevábamos; ni las sábanas nos queríamos poner. A la mañana siguiente, ya para irnos, en el coche un cristal roto, y las valijas abiertas. Nos habían robado. Las maletotas se quedaron en el coche; supongo que eran muy grandes para andarlas cargando, así que las dejaron. Pero había una pequeña mochila con documentos de mi amigo y dinero en efectivo. Esa sí que se fue. 


Así que, faltando todavía 10 días para terminar el viaje, nuestro prestamista oficial perdió 3,000 dólares que su padre le había dado, el pasaporte, y el boleto de avión. Tuvimos que ir primero a cambiar el coche porque no podíamos circular sin ventana, luego a Bélgica, a la embajada mexicana para tramitar un pasaporte, y por último nos fuimos a Inglaterra. 


Considerando que su mala suerte era mucha, Roberto me pidió que yo guardara su pasaporte que recién había repuesto y yo lo puse nada menos que en mi bolsa, junto con el mío, claro. Además, con el poco dinero que nos quedaba para los 3, que dicho sea de paso, también estaba guardado en mi bolsa, compramos los boletos para ir y regresar a Inglaterra. Y fue justo después de haber puesto todos los huevos en la misma canasta, cuando llegó el coyote y se llevó la canasta ...


Perdimos entonces boletos de avión, dinero, boletos de tren, pasaportes, tarjetas de crédito ... en fin. Yo había escrito el teléfono del perfectamente desconocido amigo de mi profesor para poder llamarle y ese dato también estaba en mi bolsa. Así que, eso valió para que alguien, que quiero pensar que no era el mismo ladrón, llamara al departamento para decir que "le habían dejado tirado en su casa un bolso con documentos mexicanos". Efectivamente, nos devolvieron TODO. Bueno, casi todo, el dinero, la cámara fotográfica y los lentes fueron el precio a pagar por la novatada. El risueño y juguetón papá con su niña, entre risa y risa y entre abrigos, se llevó la bolsa.


Este incidente lo he contado por muchos años como anécdota chistosa, como experiencia de un viaje y como lección de vida. Es chistoso contarlo después de tanto tiempo porque es de esas cosas increíbles que pasan y que vale la pena contar. La experiencia en el viaje fue muy enriquecedora porque fue una situación que causó estrés, y de alguna manera hizo que nuestro ánimo se fuera abajo al estar visitando Inglaterra ya sin dinero, pero nos mantuvo unidos a los 3 viajeros, sin mayores pleitos. Y como lección de vida me hizo dar cuenta de que hay cosas mas importantes que otras. En ese momento yo agradecí verdaderamente que los boletos de avión hubieran regresado al igual que los pasaportes. El dinero pasó a segundo término (como siempre).



Esta experiencia, de hace casi 11 años, viene a colación en este sabático porque muchas veces las lecciones se repiten, cuando no han quedado bien aprendidas. Si la lección es el desapego, entonces llevo muchos años recibiéndola y seguramente no la he aprendido aun, porque me sigue llegando.

(Continuará...)