abril 27, 2011

El desapego ... y el mar

Después de aquel incidente en el año 2000, al decidir iniciar este año sabático tomé un poco más de precauciones para que, si por alguna razón me robaban la cartera, el perjuicio no fuera tanto. 

Cambié mi cartera por una carterita tipo tarjetero, pequeña y portátil. En ella solo llevaría lo indispensable, e hice mi lista:
- Dos tarjetas de crédito (por aquello de que una no pasara)
- Identificación (IFE con terminación 03)
- Licencia de conducir (recién renovada para no tener problemas si acaso manejaba en otra ciudad o país)
- Credencial de exalumno (que seguramente sería aceptada en más de algún museo para reducción de cuota)
- Tarjeta del seguro (es mejor tener los datos y no necesitarlos)
- Dinero en efectivo (no puede faltar en un viaje)
- Visa americana (como era también tamaño credencial, decidí llevarla ahí para no perderla)

Después de varios meses de viaje, al parecer la fórmula ésta funcionaba y mis pertenencias permanecían conmigo. Después de haber pasado parte del invierno en Europa, extrañaba el sol y el calorcito, así que el primer día que la temperatura comenzó a subir y el sol salió, decidimos Daniel y yo ir a dar un paseo por los riscos de Getxo, cerca de Bilbao. Hacía un día de esos que se antojan, en los que hace viento y sol. Es un paseo de aproximadamente 2 horas por un camino pavimentado en el que se puede disfrutar el mar desde lo alto. 

Al regresar, estábamos hambrientos después de la caminata y decidimos comprar un bocadillo. Cuando quise pagar, me di cuenta de que no traía conmigo mi cartera. De pronto tuve un flash back con el incidente de hace 11 años en Inglaterra, en el qe había perdido la bolsa completa. Claro que la diferencia es que en Londres, me habían ROBADO la cartera; aquí yo la había EXTRAVIADO, porque en ningún momento nos cruzamos de cerca con nadie. De pronto tuve ganas de llorar, pero de coraje conmigo por no haber cuidado las cosas, y por haber llevado la cartera en un día en el que no la iba a necesitar y bla bla bla bla bla, en fin, toda la verborrea que escupe el cerebro en cualquier momento que nadie le pide que intervenga. 

Cuando lo reflexioné en ese mismo momento, dije, lo perdido, perdido está, así que vámonos. Y comencé a pensar en lo que realmente era importante en esa carterita: 

- Dos tarjetas de crédito (una de ellas me la repusieron en menos de un día en Madrid - resuelto)
- Identificación (me traje la que es 03, y en mi casa tengo la vigente - resuelto)
- Licencia de conducir (estaba recién renovada, bueno, sacamos otra - resuelto)
- Credencial de exalumno (bueno, me valió algunos descuentos, eso ya es bueno; tramitamos otra - resuelto)
- Tarjeta del seguro (es solo informativa; digo, por perder la tarjeta no se pierde el seguro - resuelto)
- Dinero en efectivo (bueno, algún precio tenía que pagar por tropezar dos veces con la misma piedra, no? jajaja. Acababa de sacar el dinero del mes del banco ... pero es solo dinero - resuelto)
- Visa americana (éste fue el único plastiquito que no debí de haber cargado de verdad, porque mi vuelo de regreso tenía conexión en Estados Unidos y los gringos me la aplicaron ya que no hay reposición de visas más que en México. Literalmente, me mandaron un mail diciendo: "Le recomendamos buscar una ruta alterna para regresar a México". Pero bueno, solo hubo que pagar la diferencia - resuelto)

Cuando uno se cerciora de que nada de lo que creía vital lo es, y que todo, excepto la muerte, tiene solución, entonces la vida se hace más ligera y los viajes más felices. Y nuevamente, todo se reduce al tema del dinero, que en este mundo se ha vuelto indispensable para hacer cualquier cosa. No voy a decir que no me salió cara la lección, pero el punto es que todo se puede solucionar, solo hay que tener imaginación, voluntad, una American Express, ganas de conocer una ciudad nueva como Madrid para recoger tu reposición de la American Express, y un buen amigo que te acompañe por ella y además te preste dinero por el resto del viaje.

Es sabido que en España, o al menos en Bilbao, cuando la gente encuentra cosas en la calle, las lleva a la policía y tienen un departamento de objetos perdidos. Estuve llamando por 15 días para ver si aparecía mi cartera, aunque fuera sin dinero, como hacía 11 años, pero me di cuenta de que los milagros solo ocurren una vez en el mismo sentido. Que me devolvieran dos veces la cartera hubiera sido verdaderamente inhóspito Aunque hubiera podido ser y confiaba en que así fuera, sé que si no regresó es porque mi lección del desapego no estaba bien aprendida todavía. Hay que aprender a soltar las cosas, la gente, la casa, los muebles, el trabajo, y todo aquello que nos ate y que nos impida la propia realización. 

Hoy pienso que quizás nadie ha encontrado ni encontrará esa cartera, porque su misión era la de enseñarme algo, y encontró un buen lugar para quedarse. Seguramente a lo largo de las dos horas de recorrido, coqueteó con el mar y el mar se la llevó. En algún momento decidieron ambos conspirar a mi favor para hacerme juntos el regalo de verme de pronto sin nada ... y con todo. 


Tuve la certeza entonces de que, sin importar lo que pasara, todo iba a estar bien. 

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