Secreto dos. Amigos.
Dicen por ahí que los amigos son la familia que nosotros elegimos,
y que los verdaderos amigos se cuentan con una mano.
Cuando decidí iniciar este sabático, mi amigo Luis Marrufo
me dijo: “Te vas a sorprender de lo grande y fuerte que es tu red social”. La verdad
es que creo que en el momento no entendí ni dimensioné la grandeza de lo que me
estaba diciendo.
Al principio dejé mi departamento porque estaba complicado
seguir pagando renta sin estar trabajando. Y ahí empezó a suceder la magia. Recibí
llamadas de mis amigos ofreciéndome su casa en Guadalajara para quedarme el
tiempo que yo necesitara. Por supuesto las primeras puertas abiertas fueron las
de casa de mis padres, y fue con ellos que decidí quedarme, porque entendí que
la vida es efímera y pende realmente de un hilo. No sé qué tan conscientes
somos en realidad de eso porque está trillado lo de “mañana podrías no amanecer”,
pero esque es así. Entonces decidí regalarme un tiempo con mis padres. Desconozco
el tiempo que duraremos juntos.
Luego se hicieron presentes los amigos foráneos. Fue increíble
saber que tenía casa en tantos lugares (Hermosillo, Chihuahua, Zacatecas,
Monterrey, San Luis, DF, Aguascalientes, Manzanillo, Cancún, Ixtapa, San
Antonio). De verdad que no sabía para donde ir, ja. Me hubiera encantado
visitarlos a todos. Pero siguen en la lista eh!
La sola sensación de no sentirme sola fue sumamente
enriquecedora. De gente que no lo esperaba, recibí los regalos más grandes.
Me di cuenta de que me había perdido de mis amigos todo el
tiempo que pasé metida en mi oficina, absorta en los resultados, las máquinas,
los números, sumida entre papeles. Y resulta que ni la oficina, ni las
máquinas, ni los números ni los papeles fueron capaces nunca de darme la mano,
de abrazarme, de hacerme sonreír, ni llenarme el corazón.
Así que el segundo secreto sabático son los amigos. No importa
si son 2 o 200. Increíblemente los 2 amigos de repente se multiplican cuando lo
necesitas y cuando menos te lo esperas.
Cultiva tus amistades, no las descuides. Y no lo hagas por
interés. Hazlo por amor. Al final del día, en realidad son las personas lo que
tenemos. Son los amigos, esa familia que escogimos, los que hacen de nuestros
días algo que valga la pena. Amalos. Ellos que se convierten en ángeles más
veces de las que pensamos.
Cada vez que lancé una señal de ayuda, salió alguien que
conocía a alguien que podía echarme la mano. Tuve quien me prestara su casa
como bodega para guardar mis cosas, muebles y valiosíiiiiiiiisimas pertenencias;
quien me prestara dinero cuando perdí la cartera; quien me dejara su habitación
para mí sola para que pudiera estar cómoda y pensar y llorar y descansar de ese
cansancio crónico que tenía; quien me pasara el contacto de FB de algún conocido
en mi siguiente destino; quien me invitara el café, comida, cena, vino,
desayuno o lo que fuera, solo por el gusto de volvernos a ver; quien me
enseñara a dar clases de baile; quien me asesorara, me orientara, me escuchara;
quien me animara a hacer algo nuevo, que pensaba que no podría hacer. Hubo
siempre alguien a mi lado, y por eso estoy muy agradecida.
Cierta estoy de que no hubiera podido vivir todo este tiempo
sin tantas manos soportándome alrededor. Es como si todos de repente hubieran
tejido una red, una gran red para cargarme suavemente. La mayoría no se conocen
entre sí, pero me tienen a mí como común denominador y eso es suficiente para
tejer esa red. Esto es a lo que Luis se refería.
Así como dicen que detrás de un gran hombre hay una gran
mujer, les aseguro que detrás de esta mujer, hay una gran red de amigos sin los
cuales, no sería lo que soy.
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